Ignacio Montes de Oca y Obregón (Ipandro Acaico) (1840-1921)

Por Anónimo

Ignacio Montes de Oca y Obregón (Ipandro Acaico) (1840-1921)

“Editorial. Ipandro Acaico”, La Voz de San Luis, núm. 4 (24 de enero de 1884), p. 1, t.2

La Musa, a quien las náyades bañan la undosa cabellera en las frescas aguas de Castalia, cuyos ojos arden como dos brasas y en cuya limpia faz no deja huella más que de Apolo el beso enamorado, hace tres lustros que no lejos de aquí sobre alfombra de délficos laureles puso el pie; y suave la lira acompañó su cántico armonioso que llenó de envidia a los cisnes de Estrimón. Sintió un pastor la inspiración divina; y su acordado caramillo, herencia del dios Pan, daba a los a vientos el canto de Bion el Esmirnés cuando en las nubes se perdía la Musa sobre el carro de oro que blancas palomas tiran.

            Nueve años después, el hijo mimado de los dioses, puesto de pie en la cumbre iluminada por los resplandores del sacro fuego, al influjo potente de su ritmo, llenaba el valle, la ciudad y el campo con las dulces melodías de Teócrito y de Mosco, que a escucharle vinieron vestidos con galano traje español.

Seguidamente fue a brindar el néctar de sus Ocios poéticos a los inmortales de España que le habían llamado a sí. Y tomó asiento junto a Tamayo, cuyo pensamiento quema; junto a Valera, nombrado heredero del ingenioso hidalgo; junto a Alarcón, que cuenta las pulsaciones del alma.

Rico de erudición, grande de ingenio, en tanto eran sus versos el deleite de propios y de extraños, de cuantos cultivando el sentimiento de lo bello siguen o se contentan con ver la huella de los artistas inmortales, no descuidaba dar a su palabra la severa entonación del Evangelio, en cuyas páginas aprende de continuo el ritmo universal que canta la armonía de los mundos y el glorioso esplendor de las esferas.

Vino una alta ocasión. Recibió encargo de abrir nuestros libros y compararlos con el Libro de la Vida y con las producciones de los celebrados ingenios que en la Nueva y la Vieja España florecieron. Los abrió todos, buscando en ellos pureza de doctrinas, solidez de juicio, moralidad de ideas, elegancia de dicción; y para expresar su voto subió a la cátedra de la Profesa. Digno de su fama, supo mostrar que el genio resplandece en el sacerdocio con doble brillo aún que en el estado seglar. Mas no fue eso todo, sino que poniéndose en lugar más alto aún que el requerido por la calidad del cargo, concluyendo que del uno y del otro lado del Atlántico, no parece sino que el idioma español se niega a expresar sonidos que no son ortodoxos, y no pueden plegarse a los ecos de la impiedad, determinó seguro rumbo a las modernas letras y les abrió el camino de la gloria con un género nuevo de elocuencia. Sólo él, que llevaba las insignias y veste de Bernardo de Balbuena, pudo suspender, con su galana y elocuente frase llena de cristiana erudición, a los que tienen el cetro de la literatura mexicana cuando veían abierto ante sus ojos el túmulo de don Juan Ruiz de Alarcón.

 Esperó cuatro veces la revolución del sol. Píndaro vino al fin; lo hemos visto, sí, hemos visto al príncipe de los poetas líricos con su panal dulcísimo en la boca lleno de miel hiblea; no le hizo perder su traje al uso de la griega gentileza, ni por haber venido en nuestros tiempos ha decaído en nada su vigor. Mas ya no hay púgiles, ni atletas, ni corredores que sean proclamados héroes entre los aplausos del argivo coro. Hoy se aplaude a Píndaro tan sólo; pero en la atronadora vocería su nombre y el de Ipandro van unidos; juntos los pronunciarán nuestros hijos y la más remota posteridad.

¡Ipandro! Así llamaron los Arcades de Roma al actual Obispo de Linares, de quien se dice que va a ser el Obispo de San Luis.

Él, que a donde quiera que va encuentra en su camino flores y coronas, las hallará también aquí. Nuestras frentes se inclinarán a su vista; nuestros labios estarán colgados de su palabra; y nuestros corazones le amarán como poeta y como Obispo.

Transcripción y edición por Miriam Fabiola Perales Moreno

Huipervínculos por Diego Eduardo Esparza Resendiz

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