Nota

"El amor del chinaco"

Encarnación Torreblanca,
valiente y afortunado,
espuma y flor de jinetes
y espejo de los chinacos,
que planta dos banderillas
en menos que canta un gallo,
y es un Puruándiro antojo
de las muchachas del barrio,
y nadie con más destreza
despide y amarra un lazo
y hace como rehilete
al más soberbio caballo,
y se alza la lorenzana
y grita "Que salga un guapo"
sin saber quien le responda,
porque saben que es "planchado"
está triste y pensativo
y ni se asoma al fandango
a bailar como solía,
ni sale del pueblo un paso,
ni va a lucir su destreza
sobre su tordo rodado
que relincha tristemente
prisionero en el establo,
extrañando cariñoso
de su dueño los halagos.
¿Qué ha tenido Torreblanca?
Que el amor le ha derrotado,
y no alcanza en sus congojas
a calmar tan fiero estrago.
Causa su pena doliente
flor del vecino cercado,
más pura que una azucena
y más fragante que un nardo.
Con dos ojos como soles,
trigueña, cutis que un nardo.
Tan garbosa, tan flexible,
que más que cuerpo es el tallo
en que a la roja amapola
columpia céfiro blando;
más negro tiene el cabello
que tiene la noche el manto,
y si en los hombros lo suelta
el sol sale por besarlo;
la camisa como nieve
y el zagalejo encarnado,
y sobre el mórbido pecho
el rebozo con tal garbo,
que si por la calle cruza
llueven flores a su paso,
y dice hasta el más bendito:
"¡Bien haya lo bien logrado!"
Pena el mancebo por ella,
y se murmura en el barrio
que ella al encontrarle dijo:
"¡Adios mi cielo estrellado!"
Pero el padre de la chica,
ranchero, rico y anciano,
no quiere que Torreblanca
apriosione en dulce lazo
a la gallarda doncella,
hasta que tenga probado
"Que ni precia de valiente,
ni es en amores un rayo,
ni le gustan los amigos
ni tiene horror al trabajo
y que hasta las esperanzas
perdió ya de ser chinaco".
Exclama el pobre muchacho:
"Tan picuda me la ponen
que de seguro no alcanzo;
pues pide más imposibles
que una vieja en el rosario".

Riva Palacio, Vicente, “El amor del chinaco” en Páginas en Verso, México: Librería La Ilustración, 1885, pp. 75-77.

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