Nota

"El alba"
(En la sierra.)

Ya amanece: el horizonte
dibuja pálida faja
orla del manto nocturno,
diadema de la alborada.
En Oriente las estrellas
palidecen y se apagan,
y sopla el viento más frío
anunciando la mañana.
Entre la sombra que cubre
las espesas enramadas,
trinan los madrugadores,
y sus aromas exhalan
el Oyamel y el ocote.
Los cedros y las lianas.
En los ranchos silenciosos
alegres los gallos cantan,
que ya ilumina el paisaje
incierta la luz del alba.
Ya se oyen desde los prados
el tañir de la campana,
y el balido de la oveja
y el mugido de las vacas.
Cruzan de tordos parleros
negras revueltas parvadas,
que descienden de los bosques
sobre la fresca labranza.
Divísanse los senderos
que suben por la montaña,
Relucientes y sembrados
de pura y brillante escarcha.
De azul se tiñen los cielos, 
las nubecillas de grana,
ostentando la llanura
sus alfombras de esmeralda.
Los vapores de la noche
huyen como nuble blanca, 
hasta posarse en las crestas
o morir entre las ramas.
Despiden los jacalitos
columnas de humo azuladas,
y el canto de los rancheros
que al trabajo se preparan
se mezcla confusamente 
con ese rumor que se alza
cuando después de la aurora
vivifico el sol derrama
sobre el mundo que despierta
su luz esplendente y clara.

Riva Palacio, Vicente, “El alba” en Páginas en Verso, México: Librería La Ilustración, 1885, pp. 52-54.

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