Bernardino de Sahagún (c. 1499-1590)

por Alfredo Chavero (1841-1906)

Chavero, Alfredo. “Historia antigua y de la conquista”, en Vicente Riva Palacio (director general). México a través de los siglos, Tomo I. México-Barcelona, Ballescá-Espasa, 1884, pp. XXXIII-XLIV.

Nació Bernardino Ribeira en el pueblo de Sahagún, del reino de León, en los primeros años del siglo XVI. Comenzó sus estudios en la Universidad de Salamanca, y estudiante y joven aún, metiose a fraile francisco en el convento salmantino. Bello era de semblante como de alma, y en ingenio no cedía a su afición por las letras.

Las naciones indias, subyugadas en la Nueva España, incitaban entonces a los conquistadores de almas; y nuestro fray Bernardino, soldado del cristianismo, embarcose para las costas del Nuevo Mundo y llegó a nuestras playas con otros diez y nueve frailes, que en su compañía trajo fray Antonio de Ciudad Rodrigo. Tuvo esto lugar en el año de 1529, según consta de un volumen MS. en folio, que tiene por título:

Bezerro General, Menológico y Cronológico de todos los Religiosos que de las tres parcialidades conviene a saber Padres de España, Hijos de Provincia y Criollos ha habido en esta Santa Provincia del Santo Evangelio desde su fundación hasta el presente año de 1764 […] Dispuesto y elaborado con la posible fidelidad y claridad por Fray Francisco de la Rosa Figueroa […] en este Convento de México.

En este documento auténtico, en el catálogo de los Padres de España que componen la Parcialidad de los Gachupines, en la hoja 94 se lee: “43. V. P. Fr. Bernardino de Sahagún. Santiago 1529”.

Sabemos, pues, el año de su arribo, y que fue anotado el cuadragésimo tercero de los franciscanos que vinieron a México, como indica el numeral que precede a su nombre. Los religiosos de su Orden, dedicados principalmente a adoctrinar a los indios, necesitaban ante todo aprender el idioma de los vencidos; y se dio para ello tales trazas nuestro Sahagún, que cuenta el padre Mendieta, que “llegado a esta tierra, aprendió en breve la lengua mexicana, y súpola tan bien, que ningún otro hasta hoy se le ha igualado en alcanzar los secretos de ella y ninguno tanto se ha ocupado en escribir en ella”. Esta opinión era general en sus contemporáneos, pues en los informes que en 1570 rindieron los franciscanos al rey, se dice que fray Bernardino y fray Alonso de Molina eran las mejores lenguas de la provincia.

Esto y los estudios que había hecho en la famosa Salamanca, disponíanlo especialmente al profesorado de los indios, misión sublime que desempeñó hasta el fin de su existencia.

Antes de que se fundara el Colegio de Santa Cruz en Santiago Tlatelolco para instruir a los hijos de los indios principales, habíales comenzado a leerles la gramática en la capilla de San José del convento de San Francisco de México, siendo el primer maestro fray Arnaldo Bassacio. Debe creerse que Sahagún, cuya vida se dedicó a la enseñanza de los naturales, tan luego como aprendió la lengua mexicana, comenzó a ejercer su benéfico profesorado. No tenemos noticia de que a su venida saliera a las doctrinas; sabemos que se dedicaba a cultivar el idioma mexicano, en que mucho sobresalió y mucho escribió, como más adelante se verá, y fácil es comprender que su espíritu activo, que tanto hizo por la instrucción de los indios, a ella se dedicara desde luego, como se dedicó después, cuando se fundó el Colegio de Santa Cruz.

Quien fuera el primer rector del colegio, cosa es que ignoramos; pero nos persuadimos a creer que no lo fue Sahagún, pues, aun como lector, no ocupó al principio puesto importante.

En el tiempo que medió de la fundación del colegio a la partida del virrey Mendoza, piérdese el hilo de los sucesos y nada sabemos de Sahagún. Suponémoslo leyendo su latín.

Si durante este tiempo se nos pierde Sahagún, digámoslo así, rastro nos dan de él, sin embargo, sus obras; y debemos a más suponerlo en sus primeros años variando de monasterios y dedicándose a doctrinar, pues Mendieta dice que

en su juventud fue guardián de principales conventos; mas después, por espacio de cuasi cuarenta años, se excusó de este cargo, aunque en veces fue definidor de esta Provincia del Santo Evangelio y visitador de la de Michoacán, siendo custodia.

Esta época debió ocupar precisamente los veinticinco años que habían transcurrido desde la llegada de Sahagún a los tiempos en que Pablo Nazareno era rector del colegio. Siendo de doctrinar por entonces los trabajos de Sahagún, lógico era que sus obras de ese tiempo exclusivamente se refirieran a ese objeto. Aún no llegamos a la época de su vida, en que cambiará la pluma del teólogo por la del historiador; y nos encontramos desde luego enfrente de tres obras puramente religiosas.

La primera es un manuscrito, en cuarto menor, todo de letra de Sahagún, aunque sin nombre de autor. Está escrito en mexicano y comprende los evangelios y epístolas de las dominicas: tiene setenta y cuatro hojas y una de índice, de letra diferente y de época posterior: los títulos y capitales están escritos con tinta roja y de éstas algunas con oro y colores semejando pájaros o monstruos, como era usanza en los manuscritos. La letra es todavía firme y clara, señal de que la traducción fue hecha y redactada no mucho después del año de la llegada de nuestro buen padre, y con seguridad antes del de 1563, en el cual, según algunos renglones que conservamos, la letra estaba ya muy cansada. Este manuscrito no solamente está inédito, sino que era desconocido. Sin duda fue el primer trabajo de Sahagún, preparatorio del Evangeliarium, Epistolarium y Lectionarium, de que trataremos después.

La segunda obra es un sermonario que nuestro autor compuso en 1540 y corrigió después en 1563: está copiado por mano de escribiente en hojas de gran folio de papel de maguey, que forman un volumen grueso. Ya el señor don Joaquín García Icazbalceta, el más erudito de nuestros escritores, había dado razón de este manuscrito; tiene el siguiente título en la primera hoja, cuya mitad inferior falta:

Síguense unos sermones de dominicas y de Santos en lengua mexicana: no traducidos de sermonario alguno sino compuestos nuevamente a la medida de la capacidad de los indios: breves en materia y en lenguaje congruo, venusto y llano, fácil de entender para todos los que le oyeren, altos y bajos, principales y maceguales, hombres y mujeres. Compusiéronse el año de 1540. Hanse comenzado a corregir y añadir este año de 1563. En este mes de julio infraoctava visitationis. El autor los somete a la corrección de la Madre Santa Iglesia Romana con todas las otras obras que en esta lengua mexicana ha compuesto. Una cruz. Fray Bernardino de Sahagún. Una rúbrica. Otra cruz lateral a la firma.

Toda esta portada es de puño y letra de Sahagún, firmada y rubricada por él.

A continuación de la portada faltan algunas hojas y se hallan dos sueltas, ya de letra del escribiente. En la cabeza de la que viene después se encuentra, de letra de Sahagún, esta nota:

Síguense unos sermones breves en la lengua mexicana, el autor de ellos los somete a la corrección de la Madre Santa Iglesia con todas las demás obras suyas, son para todo el año de dominicas y santos, no están corregidos.

(La misma firma de la portada).

Tiene el manuscrito, tal cual se conserva hoy, noventa y cinco hojas a grandes márgenes, en los cuales escribió el autor, de propia mano, muchas correcciones y apostillas. Conserva su pasta primitiva de cuero ordinario, que forra una especie de cartón formado con hojas escritas de papel de maguey, cuyo contenido ignoramos, porque para saberlo hubiera sido preciso deshacer la pasta primitiva, a lo que no nos atrevimos.

Esta obra ha permanecido inédita.

Sin duda que hacia la misma época se escribió el manuscrito, que en lujosa impresión dio Biondelli a la luz en Milán, con el siguiente título:

Evangeliarium Epistolarium et Lectionarium Aztecum sive Mexicanorum ex Antiguo Códice Mexicano nuper reperto depromptum cum praefatione interpretatione adnotationibus glossario edidit Bernardinus Biondelli Mediolani Typis Jos. Bernardini 2m Joannis MDCCCLVIII.

Tiene el libro después: una hoja de dedicatoria; Praefatio, XXI páginas; De lingua azteca, XXI-XLIX; Evangeliarium Epistolarium et Lectionarium Aztecum, cuatrocientas veinticinco páginas a dos columnas, latín y mexicano, con una hoja facsímile del códice original; Glossarium Azteco-Latinum, páginas 427-553; Index totius voluminis, páginas 555-574; Errata-Corrige, una hoja. Hermosa edición de lujo en folio.

Hablando de esta obra dice el señor Orozco y Berra:

Este libro es el mencionado por el autor bajo el nombre de Postilla.

Torquemada cuenta entre las obras del autor

una muy elegante Postilla, sobre las Epístolas y Evangelios dominicales y el modo y pláticas que los doce primeros padres tuvieron en la conversión de los señores y principales de esta tierra.

Betancourt asegura a este propósito:

una Postilla de los Evangelios y Epístolas de lenguaje muy propio y elegante, donde he aprendido muy elegantes periodos; está en este tomo la noticia de la venida de los primeros Padres, respuestas que tuvieron con los sátrapas y sacerdotes fingidos de los ídolos acerca de los misterios de la Fe, en castellano y mexicano, en dos libros, que el uno tiene treinta capítulos y el otro veinte y uno, doctrina de materias católicas.

Lo impreso sólo alcanza a los Evangelios y Epístolas, y no contiene las demás materias encerradas en el ejemplar de Betancourt. Basta ver un ejemplar de la edición de Biondelli para conocer que no es la postilla de que habla Betancourt, no solamente porque de muy diversas materias se ocupa, sino porque ésta se hallaba escrita en mexicano y español y aquélla lo está en mexicano y latín. Creemos que es uno de tantos ejemplares que de diversa manera hizo Sahagún de su postilla, y semejante, aunque más amplio, al que sólo en mexicano tenemos citado. Sin duda lo amplió y corrigió, como el Sermonario, al hacerlo sacar en limpio; pues según la descripción que del manuscrito original hace el editor, es semejante al Sermonario, aun en el modo con que estaba formada su pasta; y lo comprueba el facsímile publicado, que en tamaño y forma de letra también concuerda con él. Este facsímil ha producido un error muy natural: se ha creído que representa la letra de Sahagún, así como el editor creyó que había escrito de su mano el códice; pero es letra de escribiente, enteramente igual a la del Sermonario, muy diferente de la del autor, como se ve con toda claridad en las apostillas de dicho Sermonario.

Precede al Evangeliarium un estudio sobre la lengua mexicana, en que equivocadamente se la quiere comparar con las indo-europeas; y al fin se encuentra un glosario de las voces mexicanas del códice: no sabemos si está arreglado por Biondelli, pero tememos que lo haya tomado de alguna otra parte, según lo que se asemeja a cierto vocabulario de que enseguida pasamos a ocuparnos.

Vocabulario trilingüe. Dice Torquemada:

Escribió también otro vocabulario, que llamó Trilingüe, en lengua mexicana, castellana y latina, de grandísima erudición, en este ejercicio de la lengua castellana.

Betancourt agrega:

Hizo un Vocabulario Trilingüe, en latín, castellano, y mexicano, que destrozado tengo en mi poder.

Túvose por perdido el vocabulario en cuestión, pues después de Betancourt nadie lo había vuelto a ver; y aun hubo quien negase su existencia. Así, el autor de la bibliografía publicada en los Ocios de Españoles emigrados, dice en una nota:

Nicolás Antonio habla de este escritor (Sahagún); mas de su obra con inexactitud, porque no la vio; aunque dice haberla enviado a España un virrey de Méjico. Fiado en el testimonio de Lucas Wadingo, dice que escribió Dictionarium copiosissimum trilinguae, mexicanum, hispanicum et latinum. Equivocación nacida de haber ordenado el autor su historia a tres columnas, como él lo dice; mas no hizo diccionario ninguno en tres lenguas.

Pero la equivocación fue del español emigrado, pues además de los testimonios, irrecusables en esta materia, de Torquemada y Betancourt, hay una prueba palmaria y es que todavía existe: formaba parte de nuestra biblioteca.

Es un volumen grueso en cuarto menor español, escrito con magnífica letra de forma medio gótica, en papel genovés. En cada renglón la primera palabra está en español y la sigue su traducción latina, colocándose encima del renglón, con tinta roja, la voz mexicana, aunque en algunos falta esta última. El diccionario es a dos columnas. Tiene al principio dos hojas independientes del vocabulario, y en ellas y en la última página hay de letras diferentes varios nombres con su traducción mexicana: una de estas letras, en la primera página, es de Sahagún. Esto, que aparece como corrección o adición de la copia, y el no tenerse noticia de que otro escritor haya hecho otro vocabulario trilingüe, son para nosotros pruebas bastantes de que el presente es el tan buscado de fray Bernardino. De su discípulo Martín Jacobita, hay varias firmas en el códice de Santiago, y comparándolas con la letra del vocabulario, se conoce desde luego que el discípulo fue el escribiente de la magnífica obra del maestro.

Entremos ahora en la segunda parte de la vida de Sahagún, la más interesante, porque el maestro de indios se va a convertir en historiador, de sus mismos discípulos ayudado. Sin duda que antes del año 1540 ya había comenzado sus estudios, y por eso rehusaba todo cargo o primacía en su Orden. Sábese que ya en 1547 tenía redactadas las materias que forman el libro VI de su historia. Y antes de pasar adelante veamos las noticias ajenas que de tan importante obra han llegado a nuestro conocimiento.

Publicose en México con la siguiente portada:

Historia general de las cosas de Nueva España, que en doce libros y dos volúmenes escribió, el R. P. Bernardino de Sahagún, de la observancia de San Francisco, y uno de los primeros predicadores del Santo Evangelio en aquellas regiones.

Dala a luz con notas y suplementos Carlos María de Bustamante, diputado por el Estado de Oaxaca en el Congreso General de la Federación Mexicana: y la dedica a nuestro santísimo padre Pío VIII.

México: Imprenta del Ciudadano Alejandro Valdés, calle de Santo Domingo y esquina de Tacuba. 1829 – 30 – 3 volúmenes en cuarto menor.

El señor Bustamante solamente publicó entonces once libros, y no hay que decir que, como edición suya, no es completamente fidedigna y está llena de errores y de notas absurdas e impertinentes.

La obra de Sahagún permaneció inédita cerca de tres siglos; y hubo la coincidencia de que al mismo tiempo se publicase en México y en Londres en la famosa colección de lord Kingsborough.

Habían dado razón de esta obra varios escritores. Nicolás Antonio habla de la Historia de las cosas antiguas de los indios, aunque no la vio; y dice que está dividida en once libros, sin hacer mérito del duodécimo que, aunque trata de la Conquista, forma parte de la obra. León Pinelo cita también esta obra de Sahagún y otras. Con Torquemada, otros escritores dan también noticia de Sahagún, pero no hacen su bibliografía.

Por primera vez se publicó un análisis de la Historia de las cosas de Nueva España, en un periódico mensual, que con el título de Ocios de españoles emigrados se daba a luz en Londres en el año de 1824, y puede el curioso lector ver tan importante noticia en las páginas trescientas sesenta y nueve a trescientas ochenta del primer tomo de esa colección.

Quien nos da una bibliografía extensa, aunque incompleta, es don José Mariano Beristáin de Souza, en su Biblioteca Hispano-Americana.

Veamos ahora lo que de la historia de tan importante libro hemos podido alcanzar y procuremos desenredar la maraña de datos confusos que han llegado hasta nosotros.

Hemos visto que en 1547 estaba ya Sahagún dedicado a los estudios históricos. Debió llamar la atención de los superiores de su orden, pues él mismo nos cuenta que su provincial fray Francisco Toral le mandó que escribiese su obra. Como el padre Toral fue provincial en el año de 1557, debemos señalar éste como el del principio de su historia. Para llevar a cabo su empresa, pasó nuestro autor al pueblo de Tepeopulco, en la jurisdicción de Texcoco. Allí, valiéndose del señor principal don Diego de Mendoza, reunió a diez o doce de los más entendidos en antigüedades, siendo algunos ancianos contemporáneos del imperio azteca, y cuatro de ellos, latinos, discípulos del mismo Sahagún. Entonces siguió un sistema curioso y peculiar que ningún otro historiador puso en práctica. Comprendiendo que la escritura jeroglífica era la fuente más genuina de nuestras antigüedades, como esta fuente había sido destruida, empezó por reconstruirla. Al efecto hizo en castellano una minuta o memoria de las cosas que quería tratar, y los indios le escribieron esas materias

por pinturas, que aquella era la escritura que ellos antiguamente usaban.

A su vez, los gramáticos

las declararon en su lengua escribiendo la declaración al pie de la pintura”

Este fue, pues, el primer ensayo de su obra y puede datarse poco más o menos en 1559. Sahagún lo conservaba, según nos cuenta: veremos después su paradero. Esta primera obra, más que de Sahagún, fuelo de los indios: ellos hicieron las pinturas y la paráfrasis mexicana para contestar a las dudas y preguntas del maestro.

Al siguiente año de 1560 terminó el padre Toral su oficio, y nombrado provincial fray Francisco Bustamante, volvió nuestro fray Bernardino a Tlatelolco. Siguió allí sus trabajos bajo el mismo método empleado en Tepeopulco, pues por intermediación del gobernador y de los alcaldes de la parcialidad, reunió como unos diez indios instruidos y tres o cuatro colegiales trilingües, ayudándose principalmente de Martín Jacobita, Antonio Valeriano, Alonso Vejarano y Pedro de San Buenaventura, todos expertos en tres lenguas, latina, española e indiana.

Por espacio de un año y algo más encerrados en el colegio, se enmendó de claro y añadió todo lo que de Tepeopulco traje escrito, y todo se tornó a escribir de nuevo de ruin letra, porque se escribió con mucha prisa.

Tenemos ya un tercer trabajo, considerando como primero la Memoria del autor, al cual se puede fijar la fecha de 1561. Todavía no es propiamente la obra de Sahagún, sino un estudio hecho en compañía de los colegiales e indios instruidos; pero ya en él aparece la personalidad del autor de una manera más importante que en el manuscrito de Tepeopulco.

Ya acopiados así los materiales para la obra, retirose Sahagún a la tranquilidad del claustro del convento grande de San Francisco de México, y él nos dice:

con todas mis escrituras, en donde por espacio de tres años las pasé y repasé a mis solas y las torné a enmendar, y divididas por libros en doce libros, y cada libro por capítulos y párrafos.

En la introducción al primer libro explica la división de las materias.

Ya ésta es la obra de Sahagún, y aun cuando es el cuarto manuscrito sobre la materia, podemos llamarlo el primero de la Historia, advirtiendo que en México también consultó gramáticos colegiales.

El manuscrito estaba en mexicano y se concluyó el año de 1566. Así aparece con toda claridad en la página trescientas cuarenta y siete del tomo I de la edición de Bustamante, en donde, hablando del calendario, dice el autor:

de manera que este año de 1566 anda en quince años la gavilla que corre.

Al siguiente año de 1567, siendo provincial fray Miguel Navarro y general fray Diego de Mendoza,

con su favor sacaron en blanco en buena letra todos los doce libros… y los mexicanos añadieron y enmendaron muchas cosas a los doce libros cuando se iban sacando en blanco.

Fueron los copiantes Diego de Grado, vecino del barrio de San Martín, y Mateo Severino, vecino de Xochimilco.

Este es el quinto manuscrito, segundo de la obra.

Escribióse esta copia en 1569, lo que se deduce de que el autor dice en el prólogo, que una vez concluida, se pasó a revisión al padre Rivera, comisario nombrado en ese año de 1569. Y no pudo ser después, porque el padre Navarro hizo el viaje a España el siguiente de 1570, y ya llevó el sumario de la Historia, de que nos ocuparemos más adelante.

Hasta aquí el historiador había sido protegido como se protegía entonces a todos los que a estos estudios se dedicaban; pero va a empezar para él la época de prueba, y al acompañarlo en ella, investiguemos las causas de tal cambio.

En efecto, a petición de Sahagún, había nombrado el comisario fray Francisco de Rivera tres religiosos para que diesen su opinión sobre la Historia, y reunido el capítulo provincial de 1570, fueron de parecer

que las escrituras eran buenas y debían ser terminadas;

pero algunos definidores opinaron que tales gastos eran contrarios a la pobreza que profesaba la Orden,

y así mandaron al autor que despidiere a los escribanos, y que él solo escribiese de su mano lo que quisiese en ellas (las escrituras).

No nos podemos explicar este acto verdaderamente deshonroso sino por las rivalidades que habían surgido entre los franciscos, y que motivaron el viaje a España de fray Miguel Navarro y de fray Jerónimo de Mendieta. Protegido había sido del primero nuestro Sahagún, y al triunfar en el capítulo el nuevo provincial fray Alonso de Escalona, satisfacía su orgullo, íbamos a decir su venganza, de triunfador, retirando la pequeña protección que al historiador se impartía, y obligando a un anciano de setenta años a escribir de su temblorosa mano sus páginas inmortales.

No debió callarse Sahagún; debió reclamar, aun con la dulce humildad de su carácter. Hizo más; para conquistarse el favor de la metrópoli, formó un sumario de todos los libros con sus prólogos y lo entregó a su antiguo protector para que a España lo llevase.

El sumario es el sexto manuscrito sobre la materia, y debió escribirse en castellano, pues gustó mucho a don Juan de Ovando, presidente del Consejo de Indias, que sin duda no era conocedor del mexicano.

Este hecho, que el orgullo frailesco debía considerar como un acto punible de rebelión, hizo que el provincial quitase a Sahagún todos sus libros y los repartiese por los conventos de la provincia. Suspendiose, pues, todo trabajo, hasta que, habiendo vuelto fray Miguel Navarro en 1573 nombrado comisario general, mandó recoger, poniendo censuras, los libros esparcidos que en el año siguiente de 1574 fueron entregados al autor, quien cuenta que

en este tiempo ninguna cosa se hizo en ellos ni hubo quien favoreciese para acabarse de traducir en romance.

El manuscrito, pues, interrumpido por el padre Escalona, era el séptimo, traducción de la obra mexicana al castellano.

Pero por fortuna el sumario había dado el resultado apetecido; había llamado en España la atención del Consejo de Indias y fray Rodrigo de Sequera, nombrado nuevo comisario general, trajo en 1576 orden de enviar los doce libros, para lo cual

mandó al dicho autor que los tradujese en romance y proveyó de todo lo necesario para que se escribiesen de nuevo, la lengua mexicana en una columna y el romance en la otra.

Concluyóse en el mismo año de 1576 el traslado de los cinco primeros libros, en 1577 la traducción del libro sexto y en 1578 los seis restantes, encuadernándose los doce en cuatro volúmenes. Este fue el octavo manuscrito, y sin duda el que sirvió al cronista Herrera, aunque no lo cita, para escribir sus Décadas.

Parece que en 1582, dando cumplimiento a una sobrecarta del Consejo, se enviaron otros originales, entre ellos el manuscrito de Tlatelolco.

Vale la pena de que nos ocupemos separadamente del libro doce, que trata de la Conquista.

Ya dijimos que don Carlos M. Bustamante publicó trunca la obra de Sahagún, pues su edición solamente contiene los once primeros libros: por separado dio a luz el duodécimo con el siguiente título:

Historia de la conquista de México, por el padre Sahagún. México, 1829. 4to menor, setenta y ocho páginas.

No se tenía entonces noticia de otra obra sobre la Conquista, de que el mismo autor nos da cuenta.

Cuando escribí en este pueblo de Tlatilulco, dice en el prólogo de su nueva relación, los doce libros de la historia de esta Nueva España (por los cuales envió nuestro señor el rey don Felipe, que los tiene allá), el nono libro fue de la conquista desta tierra. Cuando esta escriptura se escribió (que hay ya más de treinta años) toda se escribió en lengua mexicana y después se romanció toda. Los que me ayudaron en esta escriptura fueron viejos principales y muy entendidos en todas las cosas, así de la idolatría como de la república, y oficios della, y también que se hallaron presentes en la guerra cuando se conquistó esta ciudad.

En el libro nono, donde se trata de la conquista, se hicieron varios defectos, y fue que algunas cosas se pusieron en la narración de esta conquista que fueron mal puestas, y otras se callaron, que fueron mal calladas. Por esta causa, este año de mil quinientos ochenta y cinco, enmendé este libro, y por eso va escripto en tres columnas. La primera es el lenguaje indiano ansí como ellos lo pronunciaron, y se escribió entre los otros libros. La segunda columna es enmienda de la primera ansí en vocablos como en sentencias. La tercera está en romance, sacado según las enmiendas de la segunda. Los que tienen este tractado en la lengua mexicana tan solamente, sepan que están enmendadas muchas cosas en este que va en tres columnas en cada plana.

Este fue el noveno manuscrito del padre Sahagún sobre nuestra historia. Nadie se ha fijado en que él fue la última prueba de sufrimiento para nuestro autor. En un espacio de cerca de treinta años había conservado sin reforma la relación de la Conquista, porque era el relato de los indios contemporáneos y sabía que era la verdad. Pero convenía al vencedor que se ocultasen algunas cosas, que fueron mal puestas, y como del mismo relato de Sahagún aparece que andaban varias copias, se le hizo cambiar la narración de los sucesos. Él, sin embargo, protestó silencioso contra la violencia, dejando en la primera columna su vieja narración, aunque sólo en mexicano.

Herrera y Torquemada tuvieron a la vista la Conquista de Sahagún; pero como uno se sirvió de la original y otro de la retocada, se contradicen, con apoyo del mismo autor, ambos escritores. Torquemada no tuvo a la vista los otros once libros, sino las notas y apuntes y algunos fragmentos.

Esta nueva conquista la llevó a España don Juan Francisco de Montemayor, presidente de la Real Audiencia. Y con tal motivo dice Torquemada:

y del (manuscrito de la Conquista) tengo en mi poder un traslado donde dice, que el señor Don Martín de Villamanrique le quitó los doce libros y los remitió a su Majestad.

Como don Martín de Villamanrique, séptimo virrey de la Nueva España, gobernó del 17 de octubre de 1585 a febrero de 1590, claro es que éste no fue el manuscrito que se remitió en 1578, sino que nuestro fray Bernardino se había dejado un ejemplar, décimo de sus trabajos, y aun de él fue cruelmente despojado. Consolémonos con hacer constar que no pudieron despojarlo de la inmortalidad que gozará mientras haya quien de nuestra historia antigua se ocupe.

El manuscrito de la Conquista reformado fue a parar a la biblioteca de la Real Academia de la Historia de Madrid: en 1808, durante la invasión francesa, fue extraído, y en 1828 nuestro compatriota don José Gómez de la Cortina lo compró en España a don Lorenzo Ruiz de Artieda. Don Carlos M. Bustamante tuvo la fortuna de que se lo facilitara el conde de la Cortina, y lo publicó en 1840, precediéndolo de una disertación inconducente y agregando al fin de cada capítulo de la obra otro con el nombre de nota, que bien pudiera haber suprimido.

La portada del manuscrito dice:

Relación de la conquista de esta Nueva España, como la contaron los soldados indios que se hallaron presentes. Convertida en lengua española, llana e inteligible, y bien enmendada en este año de 1585.

Bustamante puso la siguiente portada, parto de su ingenio:

La aparición de Ntra. Señora de Guadalupe de México, comprobada con la refutación del argumento negativo que presenta D. Juan Bautista Muñoz, fundándose en el testimonio del P. Fr. Bernardino Sahagún; o sea: Historia original de este escritor, que altera la publicada en 1829 en el equivocado concepto de ser la única y original de dicho autor. Publícala, precediendo una disertación sobre la Aparición Guadalupana, y con notas sobre la conquista de México, Carlos Ma. de Bustamante, individuo del supremo poder conservador. México, Impreso por Ignacio Cumplido. 1840. Calle de los rebeldes No. 2. Un volumen en cuarto español, con una litografía de la Virgen de Guadalupe. Páginas I-XXII, una foja sin paginación y 1-247, dos fojas de índice.

Después del anterior relato, veamos qué noticias hay del paradero de esos manuscritos. Hemos visto que son diez:

1.º La Memoria que hizo Sahagún para interrogar a los indios de Tepeopulco. Como solamente fue un trabajo preparatorio, es de suponer que no lo conservó el autor o que lo dejó entre los borradores que tuvo Torquemada y que se han perdido.

2.º El manuscrito de Tepeopulco, que se reducía a jeroglíficos con su traducción en mexicano. También se ha perdido y su hallazgo sería precioso.

3.º El manuscrito de Tlatelolco que, aunque se forma también de los jeroglíficos, ya su explicación más extensa constituye una verdadera historia. Sahagún nos dice que fue enviado a España; y en efecto, este códice mexicano existe en fragmentos muy importantes en la biblioteca de la Real Academia de la Historia de Madrid.

4.º El manuscrito en mexicano, ya dividido en doce libros, y que quedó como borrador. Ignórase su paradero.

5.º La copia en limpio, con adiciones, que se concluyó en 1569. Hay también fragmentos muy importantes en la biblioteca de la Academia.

6.º El sumario que llevó fray Rodrigo Navarro. Sábese que fue a parar al Consejo de Indias y debe encontrarse en su archivo.

7.º La Historia con su traducción al castellano, cuya continuación se interrumpió por el padre Escalona. Fueron sin duda los fragmentos que tuvo Torquemada y que se han perdido.

8.º El manuscrito en mexicano y castellano, en cuatro volúmenes, que se mandó al rey, y que es propiamente la Historia. Se sabe que después de haber estado en poder de don Juan de Ovando, presidente del Consejo de Indias, pasó a los franciscanos de Tolosa. Cuando a éstos se mandó de orden real que entregaran la Historia al cronista don Juan Bautista Muñoz, le dieron solamente una copia, en dos volúmenes, de la parte española. ¡Quién sabe qué habrá sucedido con el original en las vicisitudes políticas de España! La copia de Muñoz se conserva en la Academia, y debe estar trunca, según aparece comparándola con los fragmentos mexicanos.

De esta copia se sacó la que sirvió para la obra de lord Kingsborough.

En tiempo de Muñoz, y con su permiso, sacó también copia el coronel don Diego García Panes y la trajo a México. Don José Miguel Ballido la compró en cien pesos, y por la misma cantidad la cedió al señor Bustamante que la publicó. Ignoramos dónde paran los once primeros libros; el último está en nuestro poder.

No siendo completo el ejemplar de Muñoz, puede decirse que la obra de Sahagún no ha sido debidamente publicada ni en Londres ni en México.

9.º El manuscrito de la Conquista. Hemos visto su historia hasta su publicación el año de 1840. Ignoramos quién lo posee actualmente.

10.º El manuscrito que quitó a Sahagún el virrey Villamanrique y cuyo paradero se ignora.

En vida de Sahagún deben haberse sacado copias de su obra, a lo menos sabemos que se sacaron del libro de la Conquista, pero se han perdido.

Debemos agregar que, desde 1762, Llaguno Amirola encontró parte de la obra de Sahagún; que conocemos una noticia bibliográfica de los doce libros por el señor Gayangos, dos descripciones del señor Goycochea, bibliotecario de la Academia de la Historia, una del códice castellano del señor Buckingham Smith y los apuntes del señor Ramírez: todo inédito.

Algún día, con todos estos datos y mayores investigaciones, podrá hacerse una edición de la historia de Sahagún, digna de su ilustre memoria.

Hemos perdido de vista la vida de fray Bernardino; dijimos que en sus estudios históricos, de Tepeopulco pasó a Tlatelolco, y de allí al convento grande donde se ocupaba que se pusiera en blanco su historia, hasta que en 1569 sufrió las iras del padre Escalona. Sabemos que en 1574 volvió su amigo fray Miguel Navarro. Había vivido sin duda esos cinco años despreciado y en el olvido de su celda. No tenemos noticias de obras suyas de esa época. El corazón lacerado no está dispuesto a consentir los goces de la inteligencia. Pero la vuelta del padre Navarro lo restituyó a su antigua vida, y en 10 de junio de 1574, lo encontramos tomando, en compañía del padre Molina, la cuenta de Tomé López, mayordomo de Santiago y viviendo otra vez en Tlatelolco. En efecto, Sahagún era entonces rector del Colegio de Santa Cruz, y fray Alonso Molina guardián del convento.

En el códice de Santiago encontramos algunas constancias de esa fecha muy curiosas. En la cuenta del 13 de junio hay al fin la siguiente nota:

En este estado quedaron en este dicho día las dichas ctas. y firmaron los dichos Juez y el padre fray Bernardino de Sahagún, pº de Requena (una rúbrica) – fray Bernardino de Sahagún (una rúbrica).

Se vuelven a encontrar tres veces las firmas de Molina y Sahagún, la segunda vez en el inventario de objetos y libros, hecho el 13 de diciembre de 1574. Después hay varios recibos de Sahagún, todos de 1574, que dan curiosa luz sobre los gastos del colegio.

Un recibo de veinte pesos de oro para gastos, el viernes 23 de julio de 1574; y por él se ve que no había mucha holgura, porque nuestro padre, por no haber para el gasto, manda pedir

los veynte pesos en que se vendio el macho.

En la hoja ochenta y cuatro dice otro recibo:

Recibio el collegio Vn tocino que costo dos pesos y medio. Oy Miercoles a Veinte y ocho dias del mes de Julio de 1574 años.

Sigue una orden que nos da la medida de lo que entonces se pagaba a los maestros, pues a Alonso Vexarano, lector (catedrático), se le manda dar peso y medio por las cuatro lecciones de la semana. Este Alonso Vexarano fue uno de los que ayudaron a Sahagún en su historia.

El códice de Santiago nos hace creer que la letra de la Doctrina, de que después nos ocuparemos, es de Alonso Vexarano, y también nos ha hecho conocer que la letra del vocabulario trilingüe es de Martín Jacobita, otro de los auxiliares de Sahagún, cuya firma allí se encuentra, viniéndose a saber además que después de fray Bernardino fue rector del colegio en 1577.

A hojas ochenta y siete hay un documento por el cual sabemos que era procurador del colegio Bernabe Velazquez. El siguiente nos da el precio que entonces tenía el maíz, pues las hanegas fueron pagadas a peso en Xochimilco.

En la hoja noventa y dos se lee la siguiente razón:

Esta es para rogar a V. m. de que ahí van los dos maestros de los niños de la Escuela. Mande dar a cada uno quatro pesos y dos tomines por su trabajo que ha hecho quatro meses.”

Nos hemos detenido en estos documentos por dos razones: la primera, porque nos presentan a fray Bernardino bajo su más hermoso aspecto, cuidando de la instrucción y sustento de los niños indios y ejerciendo su ministerio en el santo templo de la escuela: la segunda, porque nos dan datos de la pobreza a que había llegado el colegio y algunos precios curiosos. No creemos, sin embargo, que el colegio haya dejado de existir en 1578, como generalmente se ha dicho, pues hemos visto que todavía en 1577 era rector Martín Jacobita.

Sin duda que las tareas del rectorado ocuparon la vida de Sahagún hasta 1576; pero las abandonó, por haber venido orden de copiar su Historia, lo que se hizo desde ese año hasta el de 1578. Animose, sin duda, y lo vamos a ver en un nuevo periodo de trabajo activo, y dando por primera vez a la estampa algunos de sus libros.

En 1579 encontramos ya a nuestro autor preparando para la prensa su postilla. Fue nuestro el manuscrito, del cual ha dado el señor Icazbalceta la siguiente noticia:

Sahagún.- Doctrina cristiana en mexicano.

MS. original en f.º Empieza así:

Nican vnpeoa yn nemachtiliz tlatolli… oquichiuh fray Bernardino de Sahagún.

Tiene 27 fojas y falta el fin.

Síguense veinte y seis adiciones desta Postilla: las cuales hizo el autor della, después de muchos años que las había hecho, ante que se imprimiese. Es lo mismo que está al principio debaxo de titulo de declaración breve de las tres virtudes teologales.

A la vuelta un prólogo en castellano. Encarece la utilidad de la obra y concluye así:

Este mismo año de 1579 se puso por aprendiz de esta Postilla, en lo último un tratado que contiene siete collationes en lengua mexicana: en las quales se contienen muchos secretos, de las costumbres destos naturales: y también muchos secretos y primores desta lengua mexicana: y pues que este volumen no ha de andar sino entre los sacerdotes, y predicadores, no hay porqué tener recelo de las antiguallas, que en él se contienen, antes darán mucha lumbre y contento a los predicadores del santo Evangelio.

No se halla este tratado en el MS. sino solamente 24 adiciones en 16 fojas, mal encuadernadas, porque las 7 últimas están antes que las 9 primeras.

Este precioso volumen, que fue de nuestra propiedad, es un fragmento. Fáltale la parte que hubiera sido más importante conservar: las adiciones sobre las antiguallas y costumbres de los naturales. El mismo cuidado religioso que hizo decir a Sahagún, que no debían causar recelo porque sólo andarían en manos de los sacerdotes, hizo sin duda que, exagerado más tarde, se arrancase del manuscrito la parte más importante de la obra. Nos parece que en esto anduvo la mano del padre Figueroa, quien a pesar de su ilustración sabía, como revisor por el santo oficio, destruir obras importantes, de lo que alguna prueba tenemos.

Tal vez por este mismo celo y por andar sólo en manos de sacerdotes, se perdió la impresión, porque no hay duda de que se dio a la estampa, pues lo dice la portada de 1579. Es una de las más preciosas ediciones del siglo XVI que se han perdido y la primera de una obra de Sahagún.

El manuscrito es de letra de Vexarano y a la hoja 16 se halla firmado por el autor.

No sería remoto que en esta Doctrina o Postilla, nombre que parece se dio a diversas obras de fray Bernardino, se contuvieran varios opúsculos que sabemos escribió.

Estos son:

  • Declaración Parafrástica y el Símbolo de Quicumque vult.
  • La vida y canonización de san Bernardino.
  • Lumbre espiritual.
  • Leche espiritual.
  • Bordón espiritual.
  • Espejo espiritual.
  • Espiritual, y manjar sólido.
  • Escalera espiritual.
  • Regla de los casados.
  • Fruta espiritual.
  • Impedimento del matrimonio.
  • Los mandamientos de los casados.
  • Doctrina para los médicos.

Como hemos dicho, si no todos, algunos de estos opúsculos se contenían en la Postilla. Sí sabemos que de ella formaban parte el Tratado de siete Colaciones, muy Doctrinales y Morales.

Estos opúsculos se perdieron, como se perdió el Arte mexicana de Sahagún.

Apenas concluida la impresión de la doctrina, dedicóse nuestro autor a dar a luz una segunda obra, de la que únicamente se ha encontrado un ejemplar trunco, que también fue nuestro. El señor Ramírez escribió de él la siguiente noticia, que le sirve de prólogo:

Psalmodia Christiana Y Sermonario de los santos del año, compuesto por el P. Fr. Bernardino de Sahagun de la Orden de San Francisco: ordenada en cantares o psalmos para que canten los yndios en los areitos que hazen en las iglesias. En México, en casa de Pedro Ocharte. Año de 1583.

Este volumen, aunque muy incompleto, es probablemente una de las producciones más raras de la antigua topografía mexicana; quizá es único, según puede colegirse de las noticias que dejó el infatigable fray Francisco de la Rosa Figueroa en el catálogo que formó de la Biblioteca de su convento con el siguiente título:

“Diccionario bibliográfico alphabetico e Yndice silabo repertorial de quantos libros sencillos existen en esta libreria de este convento de N. S. P. S. Francisco de Mexico, etc. etc.,” un volumen en folio de más de mil páginas, escrito enteramente de su mano y con pormenores que revelan una inmensa lectura y laboriosidad. ¡Y no es más que uno de sus muchos escritos!

El padre Figueroa, bibliotecario de su convento, era también, por desgracia de nuestros bibliófilos, Notario y Revisor de libros por el Santo Oficio, encargo que desempeñó con un celo verdaderamente abrasador. El mismo nos va a dar la prueba en los siguientes párrafos que copiamos a la letra de las páginas 972 a 974, en las cuales hallaremos también la noticia del libro que nos ocupa.

Decía así:

Denuncié (a la Inquisición) y presenté un libro manuscripto en idioma mexicano en que estaban traducidas todas las epístolas y evangelios del Misal, contra la regla 5 del Expurgatorio que expresamente prohibe las traducciones de la Sagrada Biblia en lengua vulgar, especialmente las epístolas y evangelios. Y por esta razon quantos he encontrado tantos he consumido en carbon (con expresa licencia del Sr. Inquisidor).

Y esta prohibición está repetida en varios edictos en conformidad de dicha regla.

Item, por la misma razón denuncié y presenté doce libros impresos en idioma mexicano intitulados –Psalmodia Xptiana y Sermonario de los Santos del año, compuesta por el P. Fr. Bernardino de Sahagun, de la Orden de San Francisco, ordenada en Cantares o Psalmos para que canten los indios en los Areitos que hazen en las Iglesias. Impreso en Mexico en casa de Pedro Ocharte. Año de 1583. La denuncia y presentación de estos libros fue debajo de las reflexiones siguientes, etc.

Sigue un muy largo párrafo en que el buen religioso procura justificar su conducta con raciocinios que sólo son eficaces para conocer hasta qué punto puede extraviarse el entendimiento humano preocupado por una idea fija. Las tareas literarias, infinitamente penosas, que los primeros misioneros acometieron, como necesarias, para propagar la civilización cristiana, sus sucesores en la propia empresa, sus hermanos mismos, las condenaban al fuego como adversas a su intento!… Así podemos comprender la desaparición de numerosas obras del más infatifable de los antiguos catequistas y escritores, del padre Sahagún, pues la mayor parte de ellas eran del género de la denunciada a la Inquisición.

“El título de la que menciona en segundo lugar el padre Figueroa, cuadra singularmente con el asunto del volumen que nos ocupa, que del principio al fin es una salmodia en lengua mexicana, compuesta en su mayor parte sobre pasajes del Nuevo Testamento. Por esta congruencia he juzgado ser la obra del padre Sahagún a que se refiere el padre Figueroa.- Vienen en apoyo de esta conjetura otras indicaciones tomadas de la impresión.- Exprésase ser producción de las prensas de Pedro Ocharte, bastante notables en su época por la calidad de sus tipos. Encuentro, pues, que los de este volumen son semejantes en sus formas y tamaños a los que el mismo impresor empleó en la reimpresión que hizo el año 1585 de los Estatutos generales de Barcelona, y que la estampa de San Francisco colocada a la vuelta de la portada es idéntica a la que aquí ocupa el dorso de la f.ª 184.

La propia forma, aunque en menor tamaño, presentan los tipos de la Doctrina christiana en lengua mexicana, de fray Alonso de Molina, impresa también por Ocharte en 1578, advirtiéndose una perfecta identidad en las estampas que representan a san Jerónimo, colocadas allí la una a la vuelta de la f.ª 80 y aquí a la de la 181; sin otra diferencia que la de parecer ésta más gastada y mal tratada, efecto necesario del uso de los años que median entre ambas impresiones.- Una conjetura semejante ministra la comparación de la V capital y bordada tan repetida en los Diálogos militares de don Diego García del Palacio, también impresos por Ocharte en 1583, pues su forma y adornos son idénticos a los que se ven en la Capital de la f.ª 172 v., no obstante el tamaño de los tipos del texto ser pequeños.

Tales son los datos que me inclinan a juzgar que este volumen es la obra del padre Sahagún, que el padre Figueroa persiguió con tanto zelo que en la Biblioteca de San Francisco no encontré una hoja siquiera con qué llenar alguna de las numerosas lagunas que se lamentan en este libro, hoy sin principio ni fin.

El libro fue nuestro: comienza con la portada y noticia del señor Ramírez manuscritas. Principia a la hoja 10 de la obra, y hasta la 15 tiene a la cabeza el título Doctrina Christiana; todo escrito en lengua mexicana. En la hoja 10 v. tiene un grabado que representa a los santos Simón y Tadeo apóstoles; en la 13, otro pequeño, el evangelista san Marcos, y en la 14, una mujer arrodillada ante un fraile en un patio o huerto. Al fin de la página 15 tiene en grandes letras el rubro Psalmodia en lengua mexicana. Síguese la salmodia por meses, y el nombre del correspondiente ocupa la parte superior de las páginas. En la 16 v. por error de imprenta se puso Doctrina en vez de Enero.- En los salmos de este mes hay dos grabados; el uno a la hoja 15 v. representa un niño con la cruz; el otro a la 19 una Natividad.- Falta la hoja 26 en donde sin duda acababa enero y principiaba febrero, pues ya la 27 tiene a la cabeza Hebrero.- Ocupa este mes hasta el principio de la hoja 41, y solamente falta la 31. Tiene a la 29 un grabado que representa al apóstol Matías.- De la hoja 41 a la 58 se extiende marzo, que en la impresión está escrito del modo siguiente: Marco. Tiene al principio un grabado de santo Tomás de Aquino y en la hoja 44 el de san Gregorio papa. Falta la hoja 54.- Abril se extiende hasta la hoja 78, pero le falta la 59, y tiene errada la numeración de las 67, 69 y 77, que equivocadamente fueron marcadas 57, 59 y 72. No tiene este mes grabados.- Mayo principia a la hoja 78 v. con un grabado de Santiago y acaba en la 101. En la hoja 82 v. tiene una pequeña Crucifixión; en la 85 v. una Ascensión muy curiosa en que sólo se ven los pies del Salvador; en la 89 un san Bernardino grande, que ocupa toda la página y manifiesta la predilección del autor por el santo de su nombre, y en la 92 v. la Pentecostés. Sólo falta en este mes la hoja 99.- Junio comienza a la hoja 101 v. con un grabado de san Bernabé apóstol y llega hasta la 112. Le faltan las hojas 102 y las finales, pues de la 112 salta a la 122 en julio. Tiene los siguientes grabados: la Natividad de san Juan a la hoja 107 y un san Pedro a la 110 v.- Falta el principio de julio que, como se ha visto, empieza en la hoja 122 y acaba en la 128. Tiene un grabado de una Santa Familia en la hoja 122 v.- Falta la hoja 129, que era el principio de agosto o avgosto, como reza la impresión. Se extiende hasta la hoja 169, faltando en el intermedio únicamente la 151. Es rico este mes en grabados, pues tiene un san Lorenzo en la hoja 140, un san Hipólito arrastrado por los caballos en la 148, en que se conmemora la toma de México, un san Luis rey en la 155 v., un san Bartolomé que llena la 158 v. y en la 163 v. un san Agustín que es el mismo san Gregorio de la hoja 44.- Fáltale a setiembre la primera hoja 170, la 175 y la 179. Sólo tiene un grabado, a la hoja 181 v., que representa a san Jerónimo en el desierto.- Octubre tiene al principio, hoja 184 v., un san Francisco. Se extiende hasta la 200 y sólo le falta la 194. Tiene además los apóstoles san Simón y san Tadeo en la hoja 197, grabado igual al de la hoja 10 v.- Noviembre se extiende de la hoja 200 v. a la 218. Le faltan las hojas 210, 215 y 218. La 203 dice equivocadamente 103 y la 212 dice 217. Tiene los siguientes grabados: todos los santos al principio, san Martín en la hoja 204 y san Andrés en la 213 v.- Falta la 218, como se ha visto, principio de diciembre, del que sólo existen las hojas 219, 222, 224 y 225; la primera con el grabado de san Ambrosio.- Todo este libro está en mexicano, menos los rubros que están en castellano y las apostillas marginales que son latinas.- Su estado de conservación es detestable; muchas hojas están rotas y muchas picadas por la polilla. Algunos de los grabados no son malos; pero la mayor parte son de una imperfección que podemos llamar candorosa.

El señor Icazbalceta ha visto un ejemplar completo con la siguiente portada:

Psalmodia Christiana y Sermonario de los sanctos del año, en lengua Mexicana, compuesta por el muy R. P. Fray Bernardino de Sahagún. Ordenada en cantares o Psalmos para que canten los indios en los areytos que hazen en las Iglesias.

En México, con licencia, en casa de Pedro Ocharte. MDLXXXIII.

Es el único libro de Sahagún impreso en su vida. Así al menos se dice, y tal es también la respetable opinión de los señores Ramírez y Orozco. Veamos si es cierto.

En primer lugar, no se debe echar en olvido que en la Doctrina christiana hay un apéndice, cuyo título dice:

Síguense veynte y seis addiciones desta Postilla: las quales hizo el auctor della, despues de muchos años que la había hecho, ante que se imprimiese.

Luego tenemos entonces que también la Postilla se imprimió, siendo ésta una de las muchas ediciones del siglo XVI que se han perdido.

Pero hay más; entre los fragmentos de MSS. en mexicano, que más por mera curiosidad que por otra causa conservamos, existen cuatro hojas, en 8.º, de letra de Sahagún, o por lo menos igual a la de los Evangelios, Doctrina, apostillas del Sermonario y primera foja del Trilingüe. Tiene por encabezamiento el título siguiente: “Izcalcuj […]”. Finalmente, la última hoja tiene el siguiente párrafo sin principio, que es el importante para nuestra cuestión:

para que libremente pueda hacer imprimir el dicho MANUAL DEL CHRISTIANO, a cualquiera impresor a quien enseñalara y fuere su voluntad lo haga por tiempo de diez años primeros siguientes imprimiéndolo todo en un cuerpo, conforme al original QUE HA RECIBIDO, o por partes y tratados como el dicho autor quisiere y dentro de dicho tipo otro ninguno impresor ni persona particular lo imprima, ni haga imprimir sin permission DE DICHO FRAY BERNARDINO DE SAHAGUN, so pena de quinientos pesos de oro, para la camara y fisco de su majestad y de perder los moldes y aparejos de la imprenta y perdidos los libros que se hallaren haber imprimido sin la dicha licencia y cumpliendo esto mando que en ello por ningunas Justicias y otras personas no se le ponga Embargo ni impedimento alguno: fechado en México a dieciséis de febrero de mil y quinientos y setenta y ocho años.- Don Martín Enríquez.

No hay duda ninguna de que éste fue un borrador destinado a la imprenta: y tenemos entonces, no solamente una tercera obra de Sahagún impresa, sino una totalmente desconocida y hasta hoy no citada, el Manual del christiano. No puede este Manual ser la Psalmodia, tanto porque de su comparación hemos visto que son diferentes, cuanto porque la segunda se imprimió en 1583, y el primero debe haberlo sido en 1578. No es tampoco este Manual la Doctrina christiana antes citada, pues comparando los capítulos de aquel con los que tienen la misma numeración en ésta, se ve que no solamente tienen diferentes rubros, sino el texto.

Resulta, pues, de esta disquisición, que tres son las obras de Sahagún que sepamos fueron dadas a la estampa en su vida: 1.ª la Postilla, que debió imprimirse antes del año 1579; 2.ª el Manual del christiano en 1578, y 3.ª la Psalmodia christiana en 1583, única obra de que existe ejemplar.

En 1585 concluyeron los días felices de Sahagún. Después de tantas contrariedades, habíase visto al fin protegido: su grande obra estaba terminada y tenía la satisfacción de haber dado a la estampa tres de sus trabajos. Pero las iras de los poderosos debían volver a cebarse sobre un octogenario, que no tenía más delito que ser muy humilde y muy sabio. Obligósele a mudar la relación verídica de la Conquista; despojósele de su Historia; las prensas primeras que a América habían venido, inútiles quedaron para sus escritos, y el historiador permaneció olvidado en Tlatilolco, como un cañón roto abandonado en el desierto campo de batalla. El mismo Colegio de Santa Cruz llegaba a su decadencia.

El señor Orozco, siguiendo las noticias que sobre el colegio se tenían, señala el año de 1578 como el de su conclusión; pero hemos visto que en 1577 era Rector nuestro Sahagún, lo que hace suponer fundadamente que no es cierta la noticia aceptada por el señor Orozco. Parece, sin embargo, que algo sufrió el edificio hacia aquella época, pues en los anales de Tlatelolco marcados “Quad.º 12 fs.4”, encontramos la siguiente razón: “1561 – Se lebantó el colegio de Tlatelolco.”

Debiose sin duda a Sahagún este nuevo beneficio para el Colegio, según lo acreditan las siguientes palabras de Torquemada, que a su vez prueban que en vida de fray Bernardino no concluyó tan noble institución:

… ha cesado de enseñar Latín a los indios, por estar los del tiempo de ahora, por una parte muy sobre sí, y por otra tan cargados de trabajos, y ocupaciones temporales, que no les queda tiempo, para pensar, en aprovechamiento de Ciencias, ni de cosas del Espíritu. Y también los Ministros de la Iglesia desmayados, y el fervor, y calor muerto: y así se ha ido todo cayendo: no digo las Paredes del Colegio (que buenas, y recias están, y muy buenas Aulas, y Piezas, aumentadas por el P. Fr. Bernardino de Sahagún, que hasta la muerte lo fue sustentando, y ampliando, quanto pudo, y yo seis años, que lo he tenido a cargo) sino el cuidado, y calor, y favor, que arriba dije haberle hecho los gobernadores pasados. Enseñóseles a los indios, también la medicina, que ellos usan, en conocimiento de yerbas, y raíces, y otras cosas, que aplican en sus enfermedades: mas esto todo se acabó, y ahora solo sirve el Colegio de enseñar a los indios niños que aquí se juntan (que son deste mismo pueblo de Tlatelulco, con algunos otros de otros barrios) a leer, y escribir, y buenas costumbres.

¡Cuánto cambió después de la muerte de Sahagún! “No su descanso, mas el de su próximo procurando!, según la instrucción del general de los franciscos, fray Francisco de los Ángeles, todavía dedicó los últimos cinco años de su vida a sus amados indios, y consolose con la caridad que hacía, de las ofensas con que amargaron sus postrimeros días.

Por fin, el año de 1590 corrió en México la enfermedad del catarro, y murió de ella el insigne fray Bernardino de Sahagún. Tuvo lugar su muerte, según Torquemada y Vetancourt, en la enfermería del convento de San Francisco de México; pero esto no es cierto: Sahagún, ni en sus últimos instantes podía abandonar a sus queridos indios. Del mismo relato de Torquemada se ve, que llevado a la enfermería, se hizo trasladar otra vez a Santiago, en donde espiró, como consta en unos Anales de México, letra de la época, marcados en el Museo de Boturini: -“2.º 10. nº 7. N.º 13. Invent.º 5.,” y que, como escritos por un contemporáneo, merecen toda fe, tanto más cuanto que es el único documento que nos da la fecha exacta de la defunción.

El día 5 del mes de Febrero de 1590, dicen, murió nuestro querido y venerado P. Fr. Bernardino de Sahagún, que se hallaba en Tlatilolco. Fue sepultado también dentro de la iglesia de San Francisco, a cuyo acto asistieron todos los principales y señores de Tlatilolco.

Torquemada agrega:

a cuyo entierro concurrió mucha gente, y los colegiales de su Colegio, con Opas, y Becas, haciendo sentimiento de su Muerte.

Así terminó la existencia de Sahagún. Jamás vida más bella se empleó más noblemente. No fue el fraile fanático que quiso convertir a los indios con la espada y la hoguera. No; fue el padre amoroso de los vencidos; el civilizador de los hijos del Anáhuac. Él guardó, como rico tesoro, su lengua y su historia; y sin descuidar el pasado, él, más grande que todo lo que le rodeaba, presentía el porvenir y ejercía su sacerdocio en la escuela. A su vieja patria apenas pertenecieron cerca de treinta años estériles de su vida. A México le dedicó sesenta y uno de infatigables trabajos. 

Transcripción por María Teresa Suárez Molina

Edición e hipervínculos por Alaide Morán Aguilar y Fernando A. Morales Orozco