Santiago Sierra Méndez (1850-1880)

por Joaquín Gómez Vergara (¿?-1894)

Ayatazos

Santiago Sierra

Redactor del Distrito Federal

Gómez V[ergara], J[oaquín]. “Ayatazos. Santiago Sierra”, en Juan Diego, Tomo II, Año 2, núm. 36, 2 de septiembre de 1873, pp. 1-2.

Vamos a hablar de un escritor que a pesar de sus pocos años se ha distinguido entre las muchas personas que en México siguen la espinosa senda literaria.

Chano Sierra, como le llaman todos sus amigos, es un joven que por su raro talento y su grande instrucción merece figurar en el catálogo de nuestros escritores notables, pudiéndose asegurar que forma una de nuestras más brillantes esperanzas en el porvenir.

Nació en Campeche el día 3 de febrero de 1850, siendo su padre el eminente literato y jurisconsulto don Justo Sierra, cuya memoria es venerada en Yucatán por todos los inteligentes. Chano vivió en Campeche hasta la edad de ocho años y recibió allí su educación primaria.

El año de 1858 se trasladó su familia a Mérida, y en aquella ciudad hizo Sierra sus estudios de latinidad, griego y filosofía. Pensaba seguir el estudio de la medicina, cuando la intervención vino a entronizarse en el país, y no pudiendo realizar sus deseos, en el año de 63 pasó con su familia a Veracruz y entró de meritorio en una casa de comercio.

El carácter fogoso de Chano y su clara inteligencia, le hacían poco a propósito para el comercio, no pudiendo avenirse a estas constantemente detrás del mostrador de una tienda, convertido en autómata y sin poder dedicarse al estudio de la literatura y de las ciencias a que tanta afición había cobrado al recibir la educación secundaria. De ahí vino que poco a poco se fuera desarrollando en él un odio profundo al comercio, y que maldijera el momento en que su familia tuvo la idea de dedicarle a semejante género de vida.

Chano pasaba el día, desde las 7 de la mañana a las 11 o 12 de la noche, en un trabajo material penosísimo; pero a pesar de esto, buscaba la manera de aprovechar los poquísimos momentos que tenía librea para entregarse a la lectura de los buenos autores y a escribir sus primeros ensayos tanto en verso como en prosa.

En 65 estuvo algunos meses en esta capital, volviendo después a Veracruz como dependiente principal en otra casa de comercio, permaneciendo en ella hasta 1869.

En 67 fue corresponsal de los republicanos, y a la caída del imperio obtuvo gran número de votos para diputado a la legislatura de Veracruz, a pesar de no contar entonces más que dieciete años. Esto fue debido a que Chano Sierra se dio a conocer ventajosamente por sus ideas liberales, captándose así las simpatías del pueblo.

En 1868, después de haber escrito en varios periódicos políticos, fundó un semanario de literatura llamado La Guirnalda, en el que tuvo una gran parte el joven veracruzano don Antonio Portilla. Este semanario alcanzó grande aceptación. En esa época, Chano Sierra era colaborador del Semanario Ilustrado y La Vida de México.

En 69 fundó otro periódico literario con el nombre de Violeta, en compañía del gran poeta don Manuel Díaz Mirón y de los literatos Portilla y Rafael de Zayas Enríquez. En ese mismo año vino a México, desde donde siguió redactando el periódico Violetas y publicado en Veracruz una bien escrita novela llamada La cara del Tigre. Entonces, también, fue redactor activo del Renacimiento, periódico cuya redacción estaba encomendada a los más distinguidos literatos mexicanos.

Habiéndose instalado en esa época en la sociedad de libres pensadores, Sierra formó parte de ella y escribió sus estatutos, en compañía de los señores don Juan J. Baz y doctor Lobato, teniendo parte en la redacción del periódico que dicha sociedad fundó como órgano suyo, quedando después exclusivamente a su cargo.

Tanto en este periódico como los demás en que Chano ha escrito, ha combatido vigorosamente a los jesuitas y al partido retrógrado, y siendo liberal desde muy niño, sus esfuerzos se han dirigido siempre a la defensa de nuestras instituciones.

Al llegar a esta ciudad en 1869, la Sociedad de Geografía y Estadística le nombró socio suyo, encargándole que escribiera una poesía para el centenario de Humboldt que próximamente debía solemnizar dicha sociedad.

Sierra ha sido profesor de geografía en varias escuelas municipales y desde 1870 se le encomendó la redacción del Distrito Federal que conserva hasta hoy.

Hace dos años que se dedicó al estudio del espiritismo, descubriendo entonces que tenía un poderosísimo fluido magnético que ha utilizado en bien de los enfermos.

Es redactor en jefe de La Ilustración Espírita y sus artículos han merecido justos elogios de la prensa europea.

Chano Sierra ha sido colaborador de los periódicos literarios que se han publicado y se publican en el país desde 1870, y pertenece a un gran número de sociedades científicas y literarias.

En el corto periodo de su vida, Sierra ha alcanzado un nombre a que todos pueden aspirar después de muchos años de estudio, y es notable que hallándose este aprovechado joven en la época de la vida en que las pasiones ejercen su mayor dominio sobre el corazón, él vivía entregado a la lectura provechosa como un hombre, formado y desdeñe esos fútiles placeres a que con tanto ardor se entregan los jóvenes de su edad.

Chano tiene sólidos conocimientos en astronomía, física, química y otras ciencias naturales, conoce la historia y la geografía, posee con bastante perfección algunos idiomas y ha hecho un estudio detenido de la filosofía y la religión: su conversación es amena y la lectura de los mejores autores le ha proporcionado tener el buen gusto literario y la corrección de estilo que se notan en todos sus escritos. 

Como poeta tiene composiciones llenas de ternura y de pasión que le colocan a una grande altura, y en las discusiones filosóficas que sostiene contra sus antagonistas se ven desde luego la moderación y el juicio unidos a una instrucción poco común.

Si esto es Chano Sierra a los 23 años de edad, creemos no engañarnos al decir que con el tiempo será uno de los hombres prominentes en las letras mexicanas.

Transcripción y edición por Fernando A. Morales Orozco

Hipervínculos por Diego Eduardo Esparza Resendiz