Francisco Bulnes (1847-1924)

Francisco Bulnes (1847-1924)

Imagen recuperada del Repositorio del patrimonio cultural de México.

por Antímaco Sax (¿?)

Sax, Antímaco. Los mexicanos en el destierro, San Antonio: International Printing Co. 1916, pp. 5-53.

Mucho tendríamos que decir acerca de don Francisco Bulnes si nos propusiéramos juzgarlo como escritor o tribuno parlamentario; pero no es éste nuestro objeto. Por sus trabajos como publicista, bien conocidos de todos los mexicanos cultos, la personalidad del señor Bulnes es de las más notables en nuestro país, y los contrastes que presenta, hacen de ella una extraña mezcla de originalidad a veces genial, de rareza absurda y extravagante, de erudición caria y copiosa en ocasiones y de ignorancia supina en ciertas materias: todo ello expresado en lenguaje incorrecto y plagado de galicismos, pero con estilo propio, incisivo, pintoresco, y casi siempre con el desenfado de un valor civil a toda prueba, que insulta y suele parecer cinismo, como cuando decía, después de la caída de don Manuel González, que

estaba dispuesto a marchar tranquilamente al patíbulo, viendo a las multitudes con el mismo desprecio de siempre. 

Bulnes, tan discutido antes de la revolución de 1910, fundó un diario intitulado La Prensa en la época del señor Madero, periódico que fracasó como empresa económica. Elevado al poder el general Huerta, ocupó un puesto en el Senado electo por el dictador, y de allí salió para el destierro.

En éste, no ha emprendido trabajos políticos de ninguna especie, aunque tampoco permanece inactivo, pues, a pesar de su edad avanzada, prepara un nuevo libro acerca de la Revolución que todavía sacude a nuestro país, y que será, sin duda, interesantísimo, como cuanto sale de su pluma.

Actualmente reside en La Habana, es unión de su hijo Mario, y asegura que el calor insoportable del puerto es para él delicioso, porque —según sus propias palabras—

vive en los climas cálidos con la maestría de un alacrán.

Transcripción y edición por Fernando A. Morales Orozco

Hipervínculos por Verónica Yaneth Galván Ojeda