Refugio Barragán de Toscano (1846-1916)

Por Laureana Wright de Kleinhans

Refugio Barragán de Toscano

Wright de Kleinhans, Laureana, “Refugio Barragán de Toscano”, en Violetas del Anáhuac, Año 1, Tomo 1, Núm. 19, 8 de abril de 1888, pp. 205-207.

Esta inspirada y correcta poetisa, hija del señor don Antonio Barragán y de la señora doña Francisca Carrillo, nació en Tonila, estado de Jalisco, el 27 de febrero de 1846.

Su vida, como la de casi todos los seres que están destinados a elevarse por su propio mérito, se ha visto con frecuencia sujeta a todas las contrariedades de la fortuna, a todos los golpes de la desgracia. Desde sus primeros años y viviendo en el pueblo de los Reyes, hoy Villa de Salgado, en el estado de Michoacán, donde pasó su niñez, tuvo que sufrir la falta de elementos; pues su honrados padres no podían proporcionarle la educación que requería su genio, limitándose a enseñarle únicamente las primeras letras, la doctrina cristiana y los quehaceres domésticos. A pesar de esta reducida enseñanza, muy prematuramente, se despertó en ella el gusto por lo artístico y lo bello, al cual la predisponía su exquisita sensibilidad. Su amor por la poesía, sobre todo, hizo que todas las horas perdidas, que escasamente le dejaban libres sus hacendosas tareas, que ella apresuraba para ganar tiempo, las dedicase a la lectura de cuantas composiciones poéticas podía conseguir, y sirviéndole estas de aprendizaje y modelo, comenzó a alabar en infantiles e inocentes cantos las maravillas de la creación, ante cuya grandeza su alma se sentía dominada por un religioso recogimiento, e impulsada a abismarse en la contemplación de lo inconmensurable y lo divino. No habiéndose cuidado de conservar estos primeros cantos de su infancia, la primera composición suya que fue conocida es una que escribió a los catorce años de edad, al tener que abandonar aquel suelo, venturoso asilo de su niñez. Esta composición basta por sí sola a manifestar el precoz talento y los delicados sentimientos de su autora, que comienza diciendo:

“Al fin aparto de tu grato suelo,
al fin me voy de tu recinto hermoso;
tal vez mañana en triste desconsuelo
buscaré en vano con ferviente anhelo,
en otra tierra a mi inquietud reposo”.

Y al terminar añade:

“Errante y fiel el pensamiento mío
vagará en tus orillas silencioso;
posará en las riberas de tu río,
recorriendo con triste desvarío
las verdes playas de tu suelo hermoso”.

Afortunadamente su afán por el estudio y su ambición de saber no quedaron burlados, pues logró hallar una época tan propicia a sus ardientes deseos en que pudo recibir, en Colima, lecciones de la señorita Rafaela Suárez, distinguida profesora normal, de quien obtuvo la instrucción científica y literaria que se observa en sus versos, llenos a la vez de sentimiento y naturalidad, como se verá por los siguientes, que pertenecen a su bella composición titulada “Poesía”:

Hay dentro de mi ser un algo intenso
que va por mi alma cual divino efluvio,
fuego devorador, sagrado, inmenso,
ardiente como el cráter del Vesubio.

Algo desconocido, algo sublime,
que me arrebata en alas de sí mismo;
y ya me lleva a donde el alma gime,
ya me arrastra hasta el fondo del abismo.

En su carro de luz vertiginoso,
dejando atrás la Espiga y Cinosura
y el magnífico sol esplendoroso,
de Dios me eleva a la morada pura.

Yo no sé qué será lo que así oprime
y enaltece a la vez mi pensamiento,
ni sé si me condena o me redime
ese ser invisible que en mí siento.

Si es el ángel del bien que en alas de oro
ha de llevarme al seno de Dios mismo,
o el es ángel del mal que en mi desdoro
ha de arrastrarme al fondo del abismo.

Sólo sé que en mí alienta, que en mí vive,
que me presta su espíritu y sus alas,
que luz mi mente de su luz recibe
y el mundo viste para mí de galas.
…
a la mar, a la tierra, al firmamento,
pregunto el nombre de la amiga mía;
y cielo, tierra y mar, con dulce acento,
murmuran a mi oído: “Es la poesía”.

En las bellas composiciones de esta poetisa no hay palabras altisonantes, ni pensamientos alambicados, ni frases estudiadas o vacías de sentido; escribe tal como siente, y expresa sus elevados conceptos con la mayor sencillez, sin descender nunca a la vulgaridad.
En otra de sus composiciones titulada “La neblina” hace la brillante descripción siguiente:

Frescas están las rosas, verde el monte,
coronadas de perlas las palmeras,
despejado y azul el horizonte
como dormido lago entre praderas.

Aun una que otra pequeñita estrella
se divisa a lo lejos cintilante,
como brilla en el cuello de una bella
entre cintas y lazos un brillante.

Sacude sus alillas, abre el pico
y modula su canto el huitlacoche,
allá en la rama del sabroso chico,
dando un adiós a la callada noche.

Todo tiene esa cándida alegría
con que sabe ceñirse la inocencia;
¡Cuán delicioso se presenta el día
para quien tiene limpia la conciencia!

Divino está el paisaje para el alma
que de su Dios admira la grandeza:
allá está el colibrí sobre la palma,
y acá el ciervo saltando en la maleza.

Mas de pronto se oculta la montaña
con su corona de lamposas nieves,
se pierde la humildísima cabaña
hecha de juncos y de pajas leves.

Ya no se deja ver el tamarindo
en el extenso patio del labriego,
donde extendiendo su ramaje lindo,
templa del sol el ardoroso fuego.

Con sus ramos de cera huyó el izote;
en mar de espuma se trocó el paisaje;
flota en su centro cual perdido islote,
de la montaña el azulado encaje.

Todo la niebla lo envolvió al instante
con su blanco y finísimo sudario;
el arroyuelo y el saúz gigante,
la montaña, la choza, el campanario…

A mi pesar me siento conmovida
ante esa blanca niebla que, velando
ese cuadro bellísimo de vida,
casas, montes y rosas va enlutando.

Tiene la humana vida mil escollos
do casi siempre la virtud se estrella,
como se estrellan límpidos arroyos
al descender por la barranca bella.

Otras muchas composiciones tan bellas como ésta podríamos citar, y sentimos no tener el espacio suficiente para hacerlo, así como sentimos no conocer su comedia La hija del capitán, que fue puesta en escena en esta capital en 1866 y la cual acabó de afirmar por completo su fama por el brillante éxito que obtuvo. Sus demás producciones fueron publicándose en Colima en el periódico La Aurora, y ya en esa época habían hecho notable su modesto nombre. Mas a la vez que los triunfos de su talento le ofrecían los lauros de la gloria en la prensa y en el teatro, la desgracia la perseguía siempre en el fondo del hogar. Muy joven, aunque no sabemos a punto fijo la época, contrajo matrimonio y fue madre de varios niños, a los cuales tuvo la inmensa desventura de contemplar huérfanos de padre al acabar apenas de salir de la cuna, teniendo ella que trabajar asiduamente para sostenerlos en unión de sus padres, que felizmente le viven aún, y que son su mayor consuelo en medio de la adversidad, uniéndose a este el de poder lamentar sus profundos dolores al son de su lira de oro, que ni las tristes penalidades de la familia, ni las apremiantes necesidades de la vida material, han podido arrancar de entre sus manos.

Virtuosa y resignada sigue marchando por el penoso camino de la existencia, dando con su ejemplar conducta una prueba más de que la mujer instruida es la que mejor cumple con las arduas obligaciones de hija, de esposa y de madre, que le imponen, no sólo la sociedad, sino la elevación innata de sus sentimientos y la exquisita sensibilidad de su corazón.

Transcripción yedición por Fernando A. Morales Orozco

Hipervínculos por Diego Eduardo Esparza Resendiz