"El mediodía" (En la costa.) Radiante el sol Meridiano lanza torrentes de fuego, y sus ondas luminosas aduermen al manso viento. De aquella calma profunda sólo interrumpe el silencio el ronco mar que sus aguas azota estruendoso y fiero, de los apartados morros contra los peñascos negros, que ya se cubren de espuma y ya aparecen enhiestos. Ni un barco sobre las olas, ni una nube sobre el cielo: parece el cielo un abismo, parece el mar un desierto. Lánguidas cuelgan las hojas del altivo cocotero, lánguidas flotan las palmas del cayaxo gigantesto; fuego circula en el aire y el azul del firmamento, como de flotantes llamas envuelve rojizo velo; sobre las ondas del río se inclina el mangle soberbio, y buscando grata sombra calla el zanate parlero. Al abrigo de la yerba los esmaltados insectos enmudecen, respetando el silencioso misterio. duerme la verdosa iguana. sobre un tronco de árbol seco, duerme el caimán perezoso a la orilla del estero. Los loros y guacamayas se agrupan bajo los cedros, inmóviles, mientras llega el terral húmedo y fresco. huye el guaco a la cañada, y el tigre con paso incierto sigue el rumor del arroyo que sale a buscar sediento. Terrible es aquella calma, pavoroso aquel silencio que sólo el mar interrumpe con su monótono estruendo.
Riva Palacio, Vicente, “El mediodía” en Páginas en Verso, México: Librería La Ilustración, 1885, pp. 55-57.