José María Vigil (1829-1909)

Por Enrique de Olavarría y Ferrari (1844-1919)

José María Vigil (1829-1909)

Olavarría y Ferrari, Enrique de, El arte literario en México: noticias biográficas y críticas de sus más notables escritores. 2ª ed. Madrid: Espinosa y Bautista, 1879 pp 38-40.

Desempeñó la presidencia de tal Asociación [La Prensa Asociada] el señor don José María Vigil, de quien pudiera decirse que nada sé de sí mismo, ni su posición literaria, ni su importancia política, ni el respeto que se rinde a su talento y erudición. Dotado exhuberantemente de una clara inteligencia, de un tacto exquisito para apreciar las personas y los hechos, favorecido con prodigiosa memoria, poseyendo en alto grado el espíritu analítico y la fiebre del estudio, dotado del arte de cautivar y conservar amigos, ha estorbado constantemente el libre ejercicio de tan brillantes cualidades con una modestia exagerada, casi pueril, si puede creerse así de un alma tan favorecida.

            Redactor durante varias épocas del Periódico Oficial del Gobierno de Jalisco, estado de su nacimiento, fue la única persona que pudo acometer la empresa de organizar la Biblioteca Pública de Guadalajara, tarea no emprendida hasta entonces, no por falta de instrucción e inteligencia de sus predecesores, sino a causa de los trastornos de la lucha civil que maltrataron lo bastante, en perjuicio de la ilustración, las ricas colecciones de aquel establecimiento.

            Emigrado más tarde, fundó en San Francisco de California El Nuevo Mundo, publicación periódica que aún subsiste, establecida con fondos de un extranjero eminentemente ilustrado y beneficioso y útil para el país que eligió y consideró como su segunda patria: tal fue el señor don Sotero Prieto, cuyo apellido honra y honrará siempre con sus inimitables composiciones y las virtudes de su alma la inspirada poetisa, señora doña Isabel Prieto de Landázuri, a quien, no por tener la satisfacción de contar en mi familia, dejaré a su tiempo de hacer la justicia que merece, y lo que es más, así habránlo de reconocer mis lectores.

            Pero volviendo a don José Vigil, ¿cómo no reconocer su desinterés y su modestia, sabiendo que electo diputado a siete congresos constitucionales, declinó la honra de aceptar el puesto que se le ofrecía en los tres primeros?

            Al aceptar al fin su cuarta elección, llegó a México siendo en él casi tan desconocido como querido y respetado en Guadalajara, su patria; patria tan cariñosa, que mientras Vigil sufría las miserias de la intervención, le proporcionó los recursos necesarios a la vida, suscribiéndose a la publicación de sus poesías que, si no pretenden las palmas de una imaginación sorprenderte y fantástica, sí admiran por su hermosura y pureza de la forma clásica. Más adelante daré a conocer algunas de ellas.

            Su conversación amena siempre e instructiva, la severidad de sus convicciones elocuentemente expresadas, bastaron para revelar a cuantos por vez primera le trataban el valor del hombre y de su inteligencia, y El Siglo Diez y Nueve, decano de la prensa nacional, redactado siempre por los mayores talentos, convertido en órgano de una oposición razonada, fue encomendado a su dirección.

            Su difícil encargo, que le acreditó en la capital de la República como gran periodista, no fue bastante a impedirle el acometer nuevas empresas literarias. El señor don Juan B. Híjar y Haro, Secretario en la actualidad de la Legación de México en España, médico distinguidísimo y poeta y literato de gran valía, fue designado por el Presidente Juárez para escribir la historia del ejército que en las comarcas occidentales de la República había combatido contra las armas napoleónicas. Híjar asoció a su empresa a Vigil y ambos empezaron, continuándola por sí solo el primero cuando más graves atenciones de su colaborador le impidieron proseguir su tarea.  

Transcripción y edición por Antonio Saborit García Peña

Hipervínculos por Diego Eduardo Esparza Resendiz