Casimiro del Collado (1822-1898)

Por Guillermo Prieto

Casimiro del Collado

Prieto, Guillermo. Memorias de mis tiempos. 1828-1840. París-México: Vda. Charles Bouret, 1906. pp. 71

Casimiro Collado tendría de doce a trece años; acababa de llegar de España (año de 1838). Era realmente hermoso, de cabello rubio, sus ojos claros, su boca perfecta, su blancura alabastrina como transparentando los tintes de la aurora. 

Era Casimiro desembarazado y alegre. No obstante su escasa fortuna, tenía en la palma de la mano sus dineros a la disposición de sus amigos, y cuando hablaba, pero especialmente cuando recitaba versos, su voz cobraba naturalmente armonía deliciosa y seductora. 

Casimiro recibía mis confidencias poéticas, yo las suyas. Le contaba mis cuitas. Me correspondía, abriendo ante mí su relicario de recuerdos con la pintura de su padre, abogado, sabio y austero, de voz sentenciosa y ceja poblada; pero la bondad misma, y de la montaña, con aquel orgullo y aquel rentintín, y aquella grandeza que sólo saben los hijos de Santander.

Transcripción y edición por Fernando A. Morales Orozco