Alejandro Arango y Escandón (1821-1883)

Por Anónimo

Alejandro Arango y Escandón

LA REDACCIÓN, “D. Alejandro Arango y Escandón”, La Voz de San Luis, núm. 9 (11 de marzo de 1883), p. 1, t.1

Las letras mexicanas están de duelo: el Fray Luis de León americano ha muerto. Pérdida irreparable para nuestro Parnaso ha sido, y profundo vacío deja, que no podrá llenar acaso el numen inspirador de los cantos en el Nuevo Mundo.

El señor Arango y Escandón, que, como poeta, sólo compararse podría con los maestros que en el Siglo de Oro menearon el plectro sabiamente, haciendo oír sus notas por los campos y ciudades de la siempre heroica y generosa España, ha dejado su laúd huérfano y abandonado para siempre. Ninguna mano se atreverá a descolgarlo del sauce donde yace, y la Musa cristiana, sola e inconsolable, llorará sobre la tumba del eminente vate.

El señor Arango era uno de los más ilustres hombres de México, y una de las más brillantes glorias nacionales. Profundo literato, concienzudo historiador, y elegante, correcto e inspirado poeta, ha dejado, en nuestra literatura, huella imborrable y luminosa que seguir deben todos aquellos que a los nobles y laboriosos trabajos de las letras se consagran.

Era presidente de la Academia Mexicana, miembro de las de la Lengua y de la Historia, de Madrid; perteneció a los Arcades de Roma, fue Caballero de la Orden de San Gregorio Magno, y Comendador de la Pío IX. Además, todas las Sociedades literarias de la República Mexicana que más se han distinguido, lo contaron en su seno; muchos cargos públicos de extraordinaria importancia fueron por él desempeñados.

Arango y Escandón ha muerto, pero mientras su alma reposa en el seno del Criador, sus obras inmortales quedan para gloria eterna de los suyos, y eterna admiración de los extraños.

Transcripciónpor Miriam Fabiola Perales Moreno

Edición por FernandoA.Morales Orozco

Hipervínculos por Diego Eduardo Esparza Resendiz