Antonio Vanegas Arroyo (1852-1917)

Retrato de Jesús Zavala

ANTONIO VANEGAS ARROYO

Por Jesús Zavala (1892-1956)

Jesús Zavala, “Antonio Vanegas Arroyo”, El Nacional, 3 de octubre de 1948, pp. 5 y 7.

Antonio Vanegas Arroyo nació en la ciudad de Puebla —en la casa marcada con el número 8 de la calle de Pitiminí, hoy 709 de la calle Cinco Sur—, el 13 de junio de 1852. Hijo de don José María Vanegas y de doña Antonia Arroyo. 

Cursó la instrucción primaria en una de las escuelas públicas de su ciudad natal.

Su padre fue conservador. Contaba quince años cuando —en la época del Segundo Imperio— los liberales desalojaron a los conservadores y se posesionaron de la ciudad de Puebla. Por este motivo, se trasladó a la capital de la república, en compañía de sus padres. 

En México, casó con doña Carmen Rubí Camacho, originaria de Toluca. Procreó cuatro hijos: Carlos, María de la Concepción, Blas y Julia Vanegas Arroyo y Rubí Camacho. De ellos sólo vive Blas. 

Impresor. Estableció su imprenta en la casa número 1 de las calles de Santa Teresa, ahora República de Guatemala. En 1880, publicó —en hojas sueltas— sus primeros trabajos. Entre ellos, Oración y alabanzas al Justo Juez. En 1883, propagó el Corrido de la aparición del níquel

Poco después —con la colaboración de modestos escritores, entre ellos el oaxaqueño Constancio S. Suárez— comenzó a publicar su “Galería del Teatro Infantil” —colección de comedias para niños o títeres—. Entre dichas comedias —ilustradas, en la carátula, por José Guadalupe Posada— se cuentan: El juzgado de paz, Un casamiento de indios, La cola del diablo, La casa de vecindad, El casamiento de Bato, Una corrida de toros o el amor de Luisa, La almoneda del diablo —comedia de magia—, La venganza de un ratero, Nadie sabe para quien trabaja, etc. Algunas de dichas comedias —como Un casamiento de indios— son joyas de nuestro folklore. Un casamiento de indios se halla reproducido en El folklore literario de México —publicaciones de la Secretaría de Educación Pública, México, 1929— por Rubén M. Campos. Escritas con sencillez, sin artificio, en lenguaje popular, fueron y continúan siendo la delicia de las gentes de nuestro pueblo y nuestra niñez.

En las postrimerías del siglo XIX y en los comienzos del presente, existió —en las calles de Bolivia— el Teatro Arcinas. Allí la Compañía Treviño representó —con éxito, en varias temporadas— el teatro infantil de Vanegas Arroyo. En la actualidad, el grupo “T.E.A.” ha vuelto a llevar a la escena —con beneplácito público— algunas obras del mismo teatro.

Editó —a la vez— varias de las obras teatrales mexicanas más importantes, escritas y representadas en el último tercio del siglo anterior. Entre dichas obras figuran El pasado, de Manuel Acuña; Manicomio de cuerdos, de Eduardo Macedo y Arbeu; La acera de enfrente, De Puebla a México y El vicealmirante de Vicente A. Galicia; Torear por lo fino, de Francisco Mocarro; Perfiles y contornos, de Vicente A. Galicia y José Vigil Robles; y Las luces de los ángeles, de Arturo Beteta y Armando Morales Puente

Nadie —antes ni después de él— se ha esforzado tanto por divulgar tanto la literatura popular mexicana. De 1880 a 1917, sus prensas inundaron la república —desde la metrópoli hasta los rincones más apartados— de todo género de corridos, cuentos, canciones, coloquios, pastorelas, adivinanzas, “calaveras”, oraciones, etc. Sus impresiones se cuentan por millares. Algo que no debe pasar inadvertido y que ya ha observado Vicente T. MendozaRomance y corrido, ediciones de la Universidad Nacional Autónoma, México, 1939—, es lo siguiente: Antonio Vanegas Arroyo difundió el corrido en forma original. Al principio, narraba los acontecimientos de forma sencilla, los comentaba a su manera y los ilustraba con décimas. Más tarde, las décimas fueron sustituidas por redondillas escritas en lenguaje popular que —poco a poco— revistieron el carácter que —en la actualidad— tiene el corrido. 

A Vanegas Arroyo se debe la difusión —en hojas sueltas, ilustradas por José Guadalupe Posada— de todos los corridos anteriores a 1910. Se le debe también la costumbre actual de publicar —en pliegos sueltos y en cuadernitos, que se venden a bajo precio— toda clase de corridos y cancioneros. La Universidad Nacional Autónoma editó —no hace mucho— cuatro cuadernitos —imitando los de Vanegas Arroyo— que contienen romances, corridos, fábulas y fragmentos de literatura europea.

Infatigable. Redactó y publicó una serie de periódicos folklóricos de corta vida: El Centavo Perdido, La Casera, El Teatro, El Volador, Gaceta callejera, Don Chepito y El Siglo XX

Amigo —entre otros poetas y escritores— de Manuel Acuña, Victoriano Agüeros, Vicente A. Galicia, Armando Morales Puente, Francisco Montes de Oca, Constancio S. Suárez, Ramón N. Franco, Rafael Arcos Romero, Amado Molina, Arturo Espinosa, Francisco Osácar y Rafael García. De ellos, el único superviviente es Arturo Espinosa

Amigo —también— de los músicos y compositores Salvador Pérez y Abundio Martínez.

Falleció —en la ciudad de México, a los sesenta y cinco años de edad— el 14 de marzo de 1917, en la casa número 29 de la segunda calle de la Penitenciaría. Se le inhumó en el panteón de Dolores.

Estamos frente a una fotografía de Vanegas Arroyo: rostro moreno, ovalado, simpático; cabellos lacios, largos, entrecanos; orejas grandes; frente extensa; cejas espesas y arqueadas; ojos amplios, oscuros y brillantes; nariz recta de ventanas abiertas y mostachos largos, reposando sobre la barba cerrada, crecida y aliñada, con ostensibles manchas blancas. Viste por completo de negro: camisa, corbata y americana.

●●● 

Su labor no se ha extinguido. La continúan realizando —con entusiasmo— su hijo Blas y los descendientes inmediatos de éste: Arsacio, Blas, Carmen, Joaquina e Irma. 

Tampoco se ha desconocido su mérito. Un jardín de niños —en el número 85 de las calles del Héroe de Granaditas— y una de las arterias de la ciudad, llevan su nombre. Más todavía. En la actualidad, se pretende erigirle un monumento en una plazoleta de las calles de la Imprenta. 

Transcripción e hipervínculos porGreciaMonroy