Carlos Fuentes (1928-2012)

Vivir el tiempo, vivir la muerte

Por Eduardo Matos Moctezuma (1940)

Eduardo Matos Moctezuma, “Vivir el tiempo, vivir la muerte”, en Revista de la Universidad de México, nueva época, núm. 100, junio de 2012, pp. 21-22. Online disponible en: Vivir el tiempo, vivir la muerte | Revista de la Universidad de México

Ocurrió la noche del 20 de febrero de 1995. En esos días Toni Morrison, Premio Nobel de Literatura, y su hijo visitaban México. Acompañados de Davíd Carrasco, investigador en Princeton y buen amigo de Carlos Fuentes y mío, llegaron al Templo Mayor de Tenochtitlan para ver los vestigios del principal santuario mexica. Recorrimos palmo a palmo las piedras que fueron y nos deteníamos aquí y allá para comentar la presencia de los siglos. Interesada en el devenir del tiempo, Toni no dejaba de asombrarse ante las creaciones—barro, piedra, color—, de los antiguos habitantes de la ciudad lacustre. Varias horas le llevó descubrir el antiguo rostro de quienes habían resucitado entre siglos de ausencias… 

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Toni planteó la posibilidad de conocer a Gabriel García Márquez. Davíd de inmediato llamó a Carlos Fuentes para lograr la entrevista. La cita estaba programada para aquella noche en casa de Silvia y Carlos. Allí llegamos puntuales los requeridos que no pasábamos de una docena: nuestros anfitriones y sus hijos Natasha y Carlos; Gabriel García Márquez y su esposa; Toni Morrison y su hijo; Davíd Carrasco, María Luisa Franco y Eduardo Matos Moctezuma. La plática fue tomando su derrotero y Gabo y Carlos recordaron sus visitas años atrás al Templo Mayor para percatarse de la presencia de aquellas ausencias. Después vino lo más interesante: la conversación derivó hacia la literatura. Fue un momento de enorme emotividad, pues los tres grandes estaban sentados juntos y la charla fluía de manera interminable entre los recovecos de las palabras, palabras que en boca de ellos se transformaban en lenguaje que lindaba con el tiempo, con todos los tiempos… 

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En algún momento Davíd me dijo que si sería prudente intervenir en la plática. Le contesté: “No, Davíd. Estamos en un instante que no se volverá a repetir. Somos privilegiados por estar escuchando en primera fila las voces de quienes tienen el don de la palabra. Dejemos que el tiempo transcurra…”. Y así sucedió. Permanecimos callados, absortos ante lo inimaginable, creando y recreando aquel encuentro en que tres grandes de la literatura de nuestro continente se mostraban ante nosotros por medio de una charla informal que se convertía, sin quererlo, en un instante único de nuestra existencia… 

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Ocurrió el 15 de mayo de 2012: murió Carlos Fuentes. Dejó la palabra hablada para pasar a la palabra escrita. Un día dijo acerca de la muerte: 

Enemiga y más que enemiga, rival, cuando nos arrebata a un ser amado. Qué injusta, qué maldita, qué cabrona es la muerte que no nos mata a nosotros, sino a los que amamos. 

Más adelante agrega: 

La muerte de un joven es la injusticia misma. En rebelión contra semejante crueldad, aprendemos por lo menos tres cosas: la primera es que al morir un joven, ya nada nos separa de la muerte. La segunda es saber que hay jóvenes que mueren para ser amados más. Y la tercera, que el joven muerto al que amamos, está vivo, porque el amor que nos unió sigue vivo en mi vida. 

Y esto lo vivieron Silvia y Carlos por partida doble. Yo también lo viví en una ocasión. Es por eso que las palabras de Carlos cobran especial dimensión para mí. Mucho he escrito acerca de la muerte y en alguna ocasión mencioné que morir era la única experiencia que se vivía una sola vez. La muerte es, como dijo Carlos Fuentes, “el tiempo sin horas…”.

Transcripción y edición por Fernando A. Morales Orozco

Hipervínculos por Diego Eduardo Esparza