Nota

Refiere al primer verso del poema “Le Voyageur”, cuya traducción puede consultarse a continuación:

"El viajero"

                                                                      A Fernand Fleuret

Abrid esta puerta a la que llamo sollozando

La vida es variable tanto como el Euripo

Tú mirabas cómo un amontonamiento de nubes descendía
Con el paquebote huérfano hacia las fiebres venideras
Y de todos estos pesares de todos estos arrepentimientos
                 Te acuerdas

Vagos peces arqueados flores sobremarinas
Una noche era el mar
Donde se extendían los ríos

Lo recuerdo lo recuerdo todavía

Una noche llegué a una triste posada
Cerca de Luxemburgo
En el fondo de la sala volaba un Cristo
Alguien tenía un hurón
Otro un erizo
Se jugaba a cartas
Y tú me habías olvidado

Recuerdas el largo orfelinato de las estaciones
Atravesamos ciudades que giraban durante el día
Y por la noche vomitaban el sol de las jornadas
Oh marineros oh mujeres sombrías y vosotros compañeros míos
                  Recordadlo

Dos marineros que no se habían separado nunca
Dos marineros que nunca se habían hablado
El más joven al morir cayó de lado

               Oh vosotros queridos compañeros
Timbres eléctricos de las estaciones canto de las segadoras
Trineo de un carnicero regimiento de las calles innumerables
Caballería de los puentes noches lívidas de alcohol
Las ciudades que he visto vivían como locas

Recuerdas los suburbios y el lastimero rebaño de los paisajes

Bajo la luna los cipreses proyectaban sus sombras
Esa noche de postrimerías de verano yo escuchaba
Un pájaro lánguido y siempre irritado
Y el eterno fragor de un largo y oscuro río

Pero cuando agonizantes rodaban hacia el estuario
Todas las miradas todas las miradas de todos los ojos
Las orillas estaban desiertas pobladas de hierbas silenciosas
Y la montaña en la otra orilla era muy clara

Entonces sin ruido sin que se viera nada que viviese
Destacándose contra la montaña pasaron vivaces sombras
De perfil o volviendo de pronto sus vagos rostros
Sosteniendo la sombra de sus lanzas en ristre

Las sombras contra la montaña perpendicular
Aumentaban de volumen y a veces menguaban bruscamente
Y esas sombras barbudas lloraban humanamente
Deslizándose paso a paso sobre la clara montaña

A quién reconoces en esas viejas fotografías
Recuerdas el día en que una abeja cayó en el fuego
Era te acuerdas a últimos de verano

Dos marineros que no se habían separado nunca
El mayor llevaba una cadena colgada al cuello
El más joven recogíase en trenza sus rubios cabellos

Abrid esta puerta a la que llamo sollozando

La vida es variable tanto como el Euripo

Guillaume Apollinaire, “El viajero”, en Alcoholes, en Agusti Bartra [trad.], Poesía, Joaquín Mortiz, México, 1967, pp. 111-113.