Nemesio García Naranjo (1883-1962)

Por Antímaco Sax

Nemesio García Naranjo

Sax, Antímaco. Los mexicanos en el destierro, San Antonio: International Printing Co. 1916, pp. 58-59.

Pocos refugiados mexicanos han sabido cumplir con su deber de manera tan digna de encomio como el licenciado don Nemesio García Naranjo, porque muy contados son los que han hecho algo patriótico y noble en bien de México. Los más viven en el destierro poseídos de terror pánico, sin atreverse a censurar en público las infamias sin nombre de la revolución, esperándolo todo del milagro providencial o simplemente del transcurso del tiempo, soportando, en todo caso, no con la paciencia de Job, sino con el llanto de Boabdil, ultrajes, vejaciones y calumnias de los asesinos de la Patria. Muy pocos, sin embargo, y esto honra a los emigrados, han pedido “perdón” a los bandidos, y menor es el número aún de los que se han mostrado partidarios de que los Estados Unidos vayan a poner orden en nuestra casa, con mengua de la soberanía nacional. En el destierro no ha habido traidores en la acepción precisa del vocablo; y la mejor prueba de ello es que, a pesar de las calumnias de los carrancistas, jamás han podido precisar un solo hecho que demuestre tal cosa.

            García Naranjo ha dado un alto ejemplo de valor, dignidad y patriotismo. A pesar de las dificultades pecuniarias con que tropezó, logró adquirir un taller tipográfico en San Antonio, para editar en él un periódico semanario Revista Mexicana. Desde las columnas de éste, domingo a domingo, ha venido fustigando a la revolución, sin vacilaciones ni componendas, con vigor y entereza.

            García Naranjo fue huertista (desempeñó con acierto y honradez el puesto de Ministro de Instrucción Pública en el Gabinete de Huerta), y, leal a sus principios y a su amistad con el exdictador, siguió siendo huertista hasta la muerte de éste.

            Sabedor de que Félix Díaz  se halla en México luchando por la causa del orden y de la ley, no ha vacilado en prestarle todo su valimiento, explicando su actitud de esta honrosísima manera: “Los que no crean en el triunfo de este movimiento —dice refiriéndose al felixista— deben callar sus escepticismos y ayudar con su silencio; los que tengan resentimientos en contra del nuevo caudillo, deben ocultarlos; los que alienten ambiciones, deben refrenarlas, y todos, absolutamente todos, hasta los que más han combatido al general Félix Díaz, deben tener presente que con esta revolución pueden estar vinculados la vida y el honor, la cultura y el decoro de la República; y que, por lo mismo, entre ella y el régimen carrancista, no se debe ni siquiera vacilar”.

            Cuando los soldados americanos invadieron el territorio de México, en persecución de Villa, el día 16 de marzo, el licenciado García Naranjo fue de los periodistas mexicanos que protestaron públicamente contra el ultraje a nuestra soberanía. En El Paso hubo algunos que siguieron una conducta semejante, como Emilio Valenzuela, que fue reducido a prisión y despojado de su periódico.

            García Naranjo no se ha limitado a hacer una excelente campaña política en su semanario, sino que en las páginas de Revista Mexicana ha dado a conocer nuestra cultura, ya en artículos, ya en fotograbados. Esta labor nacionalista, libre de la envidia que oculta los méritos de los demás para hacer resaltar los propios, ha atraído simpatías en torno de la publicación y de su Director, quien, entre otras cualidades, tiene la muy rara de jamás haber sentido “tristeza del bien ajeno”, ni escatimado aplausos a los que, a su juicio, los merecen. Nemesio García Naranjo es escritor nervioso, vibrante, muchas veces elocuente y fogoso y poeta de brillantísima imaginación; pero sobre estas cualidades están su honradez y buena fe.

            No es de esos periodistas que en México abundan, y que por venales, difamadores y bajos, merecerían, según la frase de Sánchez Santos, vivir con un grillete al pie: cuando ataca, lo hace por convicción y guiado siempre por un ideal, nunca por hacer añicos la reputación ajena; tiene amplia cultura, sabe escribir con pulcritud, corrección y amenidad, y se apasiona con vehemencia de la tesis que defiende.

            Si algún defecto puede imputarse a García Naranjo, como intelectual, es el de que, en ocasiones, la imaginación lo domina y subyuga, como el pintor de Víctor Hugo, que ahogaba con su manto de púrpura al pensador. De aquí tales o cuales inconsecuencias que se advierten en su labor de periodista, y que él trata de explicar, sin conseguirlo. Es también que en García Naranjo luchan dos tendencias encontradas: la de sus tradiciones liberales y hasta jacobinas y la de su enorme desengaño de las utopías aprendidas en los años de la juventud a la sombra de problemáticos héroes mexicanos…

            Sin embargo, García Naranjo no es un jacobino, ni siquiera un liberal exaltado —aunque él, en público, suela aparentar ser de estos últimos— y su buena fe y natural honradez, lo inclinan, cuando razona sin pasión, al lado de los grupos conservadores que proclaman principios de orden como leyes supremas de la sociedad. Andando los años, y cuando el poeta escale las cumbres de la serenidad, la templanza y el reposo ordenarán sus potencias espirituales; y entonces el hombre no vacilará entre la tendencia falsa y la tendencia verdadera.

Transcripción y edición por Fernando A. Morales Orozco

Hipervínculos y notas por Andrea. D. Mandujano