Enrique González Martínez (1871-1952)

por Julio Torri (1889-1970)

Amistad

Torri, Julio. “A Enrique González Martínez en sus ochenta años. Homenaje, 13 de abril de 1951″, en Obra completa, México, FCE, 2011, p. 336.

Con ligereza y elegancia pasa por la vida, amigo de todos, respirando cordialidad y bondad, y brindando sin tasa el don precioso de su amistad.

Casi no se podría vivir si no hubiera hombres tan cabales, tan generosos, tan benévolos, tan risueños como Enrique González Martínez. En los peores momentos, cuando hace uno un apurado balance de los bienes que nos atan a esta vida terrena, se comienza y se acaba con la amistad de seres tan perfectos y nobles. Su presencia de cerca o de lejos alienta y fortifica. Un hombre de tan grata compañía, de tan buena conversación, que es todo él amenidad, no podía menos que desasirse de los brazos de esas Circes de calleja suburbana, la política, la diplomacia, y también la pedagogía, para guardar fidelidad a una dama más alta y recatada, la poesía. 

Ha sabido procurarse afectos con su cultura, con su finura, con la subida calidad de su alma y de sus poemas; y en la provincia como en México, en Santiago de Chile como en Buenos Aires y en Madrid, sus amigos forman legión. Muchos de los mejores se han ido, Sixto Asuna, Esteban Flores, Saturnino Herrán, Genaro Estrada, Ricardo Arenales, Nervo y Urbina, Lugones, Valle-Inclán y Díez-Canedo y tantos más. La corona de sus mayores afecciones esté tal vez del otro lado de la vida. Bien sabido es que la juventud y la senectud en nada se diferencian y que son enteramente iguales… excepto en que en la segunda casi todos los que nos conocieron se han muerto. ¿Pero quién no se va acostumbrando ya en esta misma existencia a conversar con los muertos, y a vivir en su callada frecuentación y en su comercio reticente y circunspecto?

Transcripción y edición de Ernesto Sánchez Pineda

Hipervínculos por Verónica Yaneth Galván Ojeda